Horda by Frances Pauli

Horda by Frances Pauli

autor:Frances Pauli
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2016-09-28T00:00:00+00:00


Capítulo diecisiete

Tal tomó la muñeca de la bruja y ella casi le pasó por encima. Tan ansiosa por regresar o tal vez tenía más miedo a la tierra salvaje donde la había dejado. ¿Quién podría decirlo? Aunque regresó y sus ojos fueron primero a la tienda donde esperaba Torg. Dio un paso hacia él, se detuvo y frunció el ceño antes de continuar.

No podía perder tiempo preocupándose por ellos. Hoy tenía una Gárgola que encontrar, y si podía tomar prestada un poco de la suerte que había abandonado a su hermano, sabía exactamente por donde esperar. Si podía atraer a la suerte, podría redimirse y distraer a la horda al mismo tiempo. Él podría ser capaz de ayudar a Torg por primera vez.

La bruja podría atender a su hermano mientras él buscaba. Echó un vistazo en dirección a ellos y después se acuclilló cerca de un tronco, fijando su atención en terminar su comida matutina. Si quisiera lastimar a Torg pudo haberlo hecho la noche anterior. Había tenido más de una oportunidad para hacerlo y el tiempo necesario para huir también.

Los dejó juntos dentro de la tienda y se deslizó por la membrana. Cruzó al pozo de la apertura en el que había acampado con Torg. Lo usaban muy a menudo y por lo que él sabía, nadie más en la horda lo hacía.

Era un buen lugar para un juego limpio, descansar y para usarse como plataforma para saltar. Excepto que no tenía su cristal, la bruja lo tenía. Tal consideró volver para recuperarlo, pero sus pies permanecieron como rocas en el pasto. Él podía arreglárselas sin el cristal; solo tendría que ser cauteloso, mantener la pared de la apertura a la mano.

Tal sabía por dónde empezar, pero dudó si debía ir ahí. Sus dedos verdes palparon la membrana mientras mentalizaba los campos de vilanos. ¿Y si había imaginado algo de eso? Golpeó la pared y forzó a su memoria a ver nítidas líneas. El castillo estaba ahí. Torg lo había visto también, sin importar la forma en la que se comportaba después. Esa parte era cierta. Los hombres de Rulak habían estado ahí también. Habían dejado señales que ambos habían visto; así que podía comprobar esa parte también.

Si ambas hordas habían visto el castillo, ¿a quién llamaba la profecía entonces?

Trató de estirar aún más atrás, recordar las historias que sus padres les contaban cuando eran niños. Para cuando un gobelin llegaba a la edad adulta, la profecía estaba arraigada lo suficiente, por lo que no se requería pensar mucho en ella. Por otro lado, cuando son niños, las historias se recitaban, se repetían para que así el conocimiento continuara. Pero él no creía que alguien esperara que de verdad pasara. Ya no. No en su vida. El regreso de los Poderes era más mito que verdad y aun así el castillo estaba ahí sin duda alguna. Los ojos de los gobelins lo habían visto.

Necesitaba a sus protectores. El Guardián reuniría a sus defensores. Eso era y él ya había



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