Hacia los confines del mundo by Harry Thompson

Hacia los confines del mundo by Harry Thompson

autor:Harry Thompson [Thompson, Harry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2004-12-31T16:00:00+00:00


19

Cala Woollya, Tierra del Fuego

5 de marzo de 1834

A medida que se acercaban a Woollya el tiempo se había ido estropeando, y con él, el ánimo de la tripulación, ensombrecido por la aprensión que sentían al pensar en lo que encontrarían. Desde su última visita al lugar había pasado más de un año: tal vez sólo el reverendo Richard Matthews le deseaba secretamente todos los males al asentamiento, si no a sus pobladores, por temor a que lo persuadieran de hacerse cargo de la misión otra vez.

—Parece que Tierra del Fuego sigue siendo el lugar encantador de siempre —dijo Darwin con aversión. La cubierta se elevó bajo sus pies, mientras la proa golpeaba contra el oleaje inmisericorde que los arrastraba por el canal Beagle—. Echaba de menos su suave brisa. ¡Qué país más entrañable!

Nadie dijo nada. Nadie tenía ganas de contestarle.

—Si alguien me pesca aquí de nuevo, le doy permiso para colgarme como si fuera un espantapájaros a fin de servir de estudio a futuros naturalistas —prosiguió sin dirigirse a nadie en particular, y al notar la sensación familiar de la náusea, corrió hacia la cubierta inferior a tumbarse antes de que fuera demasiado tarde.

A decir verdad, últimamente el tiempo había sido benigno de un modo poco habitual. Habían pasado un espléndido día de Navidad en Puerto Deseado, en el sur de la Patagonia; FitzRoy había decidido que la tripulación del Beagle retaría a la del Adventure a participar en una competición similar a los antiguos Juegos Olímpicos. Hubo carreras de velocidad, saltos, lucha libre, aunque sin duda la actividad favorita fue el viejo y salvaje juego de marineros llamado «colgar el mono». Consistía en suspender de un trípode de madera a un pobre diablo por los tobillos y balancearlo de un lado a otro mientras era golpeado por todos. Cuando conseguía propinar un manotazo, el que lo recibía ocupaba su lugar. Darwin, como hombre de tierra firme que era, encontró todas esas diversiones bastante primitivas, y se fue a cazar. Cuando regresó, llevaba un guanaco de cien kilos para asar en la comida de Navidad. Pero tuvo que reconocer que los métodos de FitzRoy habían funcionado: encontró a oficiales y marineros transpirando euforia. Justo en ese momento el capitán (por medio de unos dudosos cálculos estadísticos) declaró un empate honroso y repartió premios por doquier.

El tino con que FitzRoy mandaba a su tripulación se puso de manifiesto en el siguiente puerto donde atracaron, la bahía de San Julián. Tanto Drake como Magallanes se habían visto forzados a ejecutar a marineros amotinados en ese lugar, fuera decapitándolos, ahorcándolos, destripándolos o descuartizándolos. Los nombres topográficos de la zona, la isla Ejecución, la isla de la Justicia Verdadera, Punta Sepulcro, testimoniaban una época muy distinta de la historia de la navegación. Darwin exploró algunas islas tierra adentro, y descubrió el fósil de un enorme mamífero desconocido, y encima de un monte, una cruz de madera que había dejado tras de sí la expedición de Magallanes, cuarteada pero intacta después de haber estado expuesta durante tres siglos al aire seco de la Patagonia.



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