Gente que conocemos en vacaciones by Emily Henry

Gente que conocemos en vacaciones by Emily Henry

autor:Emily Henry [Desconocido]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


18

Este verano

—¡Alex! —grito al tener delante su perfil de Tinder—. ¡No!

—¿Qué? ¿Qué? ¡Es imposible que lo hayas leído todo ya!

—Pues, a ver, en primer lugar —digo blandiendo su móvil delante de nosotros—, ¿no ves un problema aquí? Tu biografía parece la carta de motivación de un currículum. ¡Ni siquiera sabía que las biografías de Tinder pudieran ser tan largas! ¿No hay un límite de caracteres? Nadie va a leerse todo esto.

—Si de verdad están interesadas, se lo leerán —replica quitándome el teléfono de las manos.

—Si están interesadas en extraerte los órganos, tal vez lean en diagonal hasta abajo para ver si mencionas tu grupo sanguíneo... ¿Lo has puesto?

—No —contesta con tono dolido, y añade—: solo el peso, la altura, el índice de masa corporal y el número de la seguridad social. ¿Al menos está bien lo que he escrito?

—Uy, de eso no vamos a hablar todavía. —Le arranco el móvil de las manos, inclino la pantalla hacia él y hago zoom en su foto de perfil—. Primero tenemos que hablar de esto.

Frunce el ceño.

—Me gusta esa foto.

—Alex... —digo con calma—. Hay cuatro personas en esta foto.

—¿Y?

—Que ya hemos encontrado el mayor problema.

—¡¿Que tengo amigos?! Pensaba que eso sería bueno.

—Pobre criatura inocente que acaba de llegar a la Tierra —le digo con el tono con el que le hablaría a un niño.

—¿Las mujeres no quieren salir con hombres con amigos? —pregunta en tono seco, incrédulo.

—Claro que sí —respondo—. Lo que no quieren es jugar a la ruleta rusa en una app de ligues. ¿Cómo quieres que sepan cuál de estos tíos eres tú? El señor de la izquierda tiene como ochenta años.

—Es el profe de biología —dice. Frunce todavía más el ceño—. Nunca me hago fotos solo.

—Me mandas selfis poniendo cara de perrito triste —señalo.

—Eso es diferente —explica—. Esas fotos son para ti... ¿Crees que tendría que usar una de esas?

—No, por Dios —digo—, pero podrías hacerte una foto en la que no estuvieras poniendo esa cara o podrías recortar una en la que salgas con tres profesores de biología de cierta edad para que se convierta en una en la que estés solo tú.

—Es que en esa foto salgo con una cara rara. Salgo con cara rara en todas las fotos.

Me río, pero, en realidad, siento que en la tripa me aparece una ternura cálida.

—Tienes una cara que está hecha para vídeos, no fotos.

—¿Qué quiere decir eso?

—Que eres muy guapo en la vida real, cuando tu cara se mueve, pero, cuando capturas un milisegundo, sí, a veces pones una cara rara.

—O sea, que tendría que borrarme el Tinder y lanzar el teléfono al mar.

—¡Espera! —Salto de la cama y cojo mi teléfono de la encimera, donde lo he dejado. Luego, vuelvo a subirme a la cama al lado de Alex de rodillas y me siento sobre mis piernas.

—Ya sé cuál tienes que usar.

Me observa con escepticismo mientras bajo por las fotos del móvil. Busco una foto del viaje a la Toscana, el que hicimos antes de ir a Croacia. Habíamos estado sentados en la terraza, cenando tarde, y él se había alejado sin decir palabra.



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