Fuego blanco by Douglas Preston & Lincoln Child

Fuego blanco by Douglas Preston & Lincoln Child

autor:Douglas Preston & Lincoln Child [Preston, Douglas & Child, Lincoln]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T05:00:00+00:00


Roger Kleefisch se desparramó en uno de los sillones tapizados de terciopelo del salón de su casa en Londres, con los pies en una alfombra de piel de oso, y su cuerpo entero se impregnó del agradable calor del fuego que chisporroteaba en la chimenea. Pendergast se sentó en el otro sillón, inmóvil, contemplando las llamas. Cuando Kleefisch le había hecho pasar, el agente había echado un vistazo a la sala, arqueando las cejas pero sin hacer comentarios. Aun así, de algún modo, Kleefisch presentía que le había gustado.

Rara vez dejaba que alguien entrara en su salón, y no pudo evitar sentirse un poco como el propio Sherlock Holmes, ahí en su casa, con su socio de investigación al lado. La idea le levantó un poco el ánimo. Aunque, si había de ser franco consigo mismo, probablemente a él le correspondería el papel de Watson. A fin de cuentas, en su caso, el detective profesional era Pendergast.

Por fin, Pendergast se movió y dejó el whisky con soda en la mesa auxiliar.

—Dígame, Kleefisch, ¿qué ha averiguado hasta la fecha?

Era la pregunta que había estado temiendo. Tragó saliva, inspiró hondo y habló:

—Nada, muy a mi pesar.

Aquellos ojos claros lo miraron fijamente.

—¿En serio?

—Lo he intentado todo en estas últimas veinticuatro horas —repuso—. He vuelto a revisar la antigua correspondencia, leído y releído el diario de Conan Doyle. He examinado todos los libros, todos los tratados que he podido encontrar sobre los últimos años de vida del autor. He intentado, con prudencia, sondear a varias de nuestras más brillantes investiduras. No he hallado nada, ni rastro de pruebas. Y debo decir que, pese a mi entusiasmo inicial, tampoco me sorprende. Todo este campo ya fue explorado a conciencia por otros Irregulares en su día. Fui un estúpido al pensar que podría encontrar algo nuevo.

Pendergast no dijo nada. Con la luz del hogar titilando en su rostro enjuto, la cabeza gacha, una expresión de intensa concentración en el semblante, rodeado de adornos victorianos, de repente se parecía tanto a Sherlock Holmes que Kleefisch se sintió desconcertado.

—Lo lamento de veras, Pendergast —le dijo Kleefisch desviando la mirada a la alfombra de piel de oso—. Albergaba tantas esperanzas. —Hizo una pausa—. Me temo que la suya es una misión imposible, que quizá yo mismo he alentado. Le ruego que me disculpe.

Al poco, Pendergast se movió.

—Al contrario. Ya ha hecho mucho. Ha confirmado mis sospechas sobre la existencia de un relato perdido de Holmes. Me ha mostrado la prueba en la Antología de Queen. Lo ha relacionado, en las cartas de Conan Doyle, con Aspern Hall. Casi a su pesar, me ha convencido no solo de que «La aventura de Aspern Hall» existió, sino de que aún existe. Debo localizarlo.

—Para un miembro de los Irregulares como yo, un estudioso de Holmes, eso sería el logro de toda una vida. Pero permítame que vuelva a preguntarle por qué es tan importante para usted.

Pendergast titubeó un instante.

—Tengo ciertas ideas, conjeturas, que este relato podría confirmar o no.

—¿Conjeturas sobre qué?

Una ligera sonrisa curvó los labios de Pendergast.



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