Finales violentos by Chloe Gong

Finales violentos by Chloe Gong

autor:Chloe Gong [Gong, Chloe]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786075576671
editor: Océano Gran Travesía
publicado: 2022-10-01T00:00:00+00:00


Veinticinco

Benedikt no guardó su arma mientras seguía a Juliette por la ciudad. No confiaba en ella. No podía imaginar cómo la joven podría salir bien librada de esa situación ni podía identificar la clara señal de una mentira cuando se estremeció ante la figura inconsciente de Roma en aquel callejón y le había hecho señas a Benedikt para que la siguiera, pero quedaba tiempo más que suficiente entre este momento y la llegada al lugar al que se dirigían, como para que Juliette pudiera huir… o, Dios no lo quisiera, para que sacara su propia arma y le disparara.

Pero la joven no sacó ningún arma.

Juliette se limitó a seguir caminando, con paso seguro, como si hubiera cubierto aquella misma ruta miles de veces antes. Benedikt estaba empezando a sentir un tic nervioso en su mejilla. Apenas podía reflexionar acerca de lo que Juliette había dicho, por miedo a perder la cabeza antes de ver la verdad por sí mismo. Tenía la urgencia de golpear algo, de dar un pisotón tan fuerte que el tacón de sus zapatos se hiciera trizas. Pero no hizo nada. Sólo siguió avanzando, obedientemente, y sin expresión en el rostro.

Juliette se detuvo al fin frente a un edificio común y corriente, que tenía una fachada lo suficientemente simple y deslucida como para camuflarse bien entre todos los otros muros y ventanas en las cercanías. Había tres escalones que subían al edificio y, a través de la entrada, que estaba abierta, se veía una puerta que estaba justo a la derecha, a dos o tres pasos de una escalera que subía en espiral. Benedikt aguzó el oído. Más allá del aullido del viento, no había mucho más que percibir. Los pisos superiores de este edificio probablemente estaban vacíos.

Benedikt dio un salto, con el arma bien sujeta en la mano, cuando Juliette se dejó caer sobre una caja que estaba justo afuera de la puerta del departamento.

—Esperaré aquí —dijo ella—. A estas horas, la puerta está abierta.

Benedikt parpadeó.

—Si esto es una trampa… —le advirtió.

—¡Ay, por favor!, sólo entra.

Benedikt bajó la mano hacia el picaporte. Sin saber muy bien por qué —o, en realidad, porque tenía todas las razones para hacerlo—, su corazón empezó a latir como un tambor de guerra. La puerta se abrió lentamente y Benedikt entró al departamento y dejó que sus ojos se adaptaran a la penumbra mientras la puerta se cerraba a su espalda. Durante un momento, no supo bien dónde buscar: una cocina, papeles regados sobre una mesa, una estantería, y luego…

Allí. Como un maldito espectro venido de ultratumba, Marshall Seo estaba recostado sobre un colchón gastado. Al oír que alguien entraba a la habitación, Marshall levantó casualmente la vista de la talla en madera en la que estaba trabajando, luego verificó rápidamente que estaba viendo bien y se puso de pie de un salto.

—¿Ben? —exclamó con voz dubitativa.

Estaba más pálido. Tenía el cabello más corto, disparejo, como si él mismo hubiera tomado unas tijeras y se hubiera peluqueado, sin preocuparse mucho por la parte posterior de su cabeza.



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