Fachadas by Eric Lundgren

autor:Eric Lundgren [Lundgren, Eric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Narrativa contemporánea
ISBN: 9788416420032
editor: Malpaso
publicado: 2015-06-15T00:00:00+00:00

13

Cuando finalmente me decidí a ver al oftalmólogo, éste me prescribió lentillas de alta graduación. 'No me explico cómo con su vista puede llevar una vida medianamente funcional', dijo toqueteando su bata de un blanco cegador. Le di las gracias y contesté que estaba deseando poder leer la pizarra, porque esa misma noche tenía que ir a la escuela de Kyle, a un encuentro de padres y profesores. Era una de esas tareas oficiales que no podía seguir evitando, formalidades que no habían desaparecido con Molly. La forma que ella tenía de quejarse por lo bajo hacía que estos eventos fueran más soportables. Humboldt High era uno de esos edificios planos, de ladrillo, con largas ranuras verticales a modo de ventanas que le hacían parecer un búnker o una agencia ultrasecreta del gobierno. Un buen ejemplo de la arquitectura paranoica que había florecido en Trude alrededor de 1963. Aparqué en el enorme aparcamiento y me uní a la horda de padres.

El protocolo de Humboldt para esta visita semianual consistía en reproducir una breve versión de un día cualquiera de los alumnos en la escuela. A mi llegada me recibió una funcionaria bien abotonada que me tendió un horario de clase y un par de lápices de Humboldt para después guiarme por los corredores hacia las clases de los primeros cursos de Kyle. El resto de los padres parecían entusiasmados. De hecho, ahora que me fijaba, había algo fuera de lugar al contemplar a tantos adultos vestidos con chaquetas de cuero, capuchas y gorras de béisbol. ¿Me había perdido algún aviso de última hora? Empleados regordetes arrastrando los pies. Mamás de mediana edad con vaqueros rotos. Todos habían rescatado sus viejas zapatillas y botas de montaña. Vestido con camisa y pantalones caquis, mi vestimenta habitual en la oficina, caminaba entre ellos fuera de lugar, como siempre me sucedía.

Había algo raro en estar en un colegio de noche. La luz de la luna se reflejaba limpiamente en los postes de la portería del campo de fútbol. Con las gafas nuevas todo me resultaba prístino, demasiado nítido. Para alivio de todos, los profesores resumieron muy brevemente los contenidos de las clases. Su profesora de Álgebra II resultó ser una rubia que mascaba chicle, de apenas veinticinco, grandes aretes en las orejas y falda gris bien provocativa. Sus labios centelleaban a la luz del foco del proyector mientras analizaba una fórmula bajo las miradas arteras de los maduros padres. Yo me refugié en la esquina, lejos de los círculos de rumor acerca de mi mujer, rumores que saltaban de una mano ahuecada a otra. Éstas eran las mismas mujeres que en tiempos habían asaltado a Molly, sin apenas resuello, en las escaleras; los hombres que me habían dirigido a respetuosa distancia un guiño de complicidad, como diciéndome, 'bien hecho'. Este año, sin embargo, la regla parecía ser el silencio y el aislamiento. Ya había pasado un tiempo y nadie quería mencionar su nombre más allá del susurro, esos susurros que creaban un ruido de estática a mi alrededor como el crepitar de una aguja de vinilo.

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