Esto es placer by Mary Gaitskill

Esto es placer by Mary Gaitskill

autor:Mary Gaitskill [Gaitskill, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


M.

Hay tantas historias graciosas/atroces, que cuesta parar de contarlas. La chica de diecinueve años que le mandaba mensajes de texto cada vez que (a) cagaba o (b) follaba con su novio. La chica que le mandaba mensajitos para contarle sus fantasías cada vez que se masturbaba («Uf, ahora me cuesta teclear porque me tiemblan las manos…»). La vez en la que asistimos a una lectura de una escritora joven y Quin, cuando se la presentaron, le plantó la mano en toda la cara y le dijo: «Muérdeme el pulgar». La joven, perfectamente dueña de sí misma, lo miró con cara de asco y le dio la espalda.

—¿Por qué has hecho eso?, —le dije.

Él ni se inmutó.

—Es guapa —dijo—. Pero no le gusta jugar. —Y se encogió de hombros.

Era grotesco, pero al mismo tiempo iba de la mano con un placer peculiar y grato. Una vez, cuando mi marido y yo estábamos de bajón, comentamos que en el fondo todo el mundo que conocíamos parecía infeliz, o por lo menos descontento.

—Salvo Quin —le dije—. Salvo él.

Todd se mostró de acuerdo. Y poniendo su cara de «Quin el pervertido», lo citó:

—¡Allí donde liba la abeja, libo yo!

Nos reímos y nos quedamos allí sentados, pensando en aquella felicidad anormal de Quin.

¿Y por qué no iba a ser feliz? Tenía una mujer preciosa y una hija excepcional, y era un editor excelente, que publicaba a algunos de los mejores escritores del momento. Solían ser escritores inteligentes y de público selecto, más que pesos pesados, pero su calidad era innegable y algunos tenían seguidores devotos. Muchos eran escritores en los que nadie más del mundo editorial había creído de entrada. Pero Quin sí creía, con pasión y hasta moralmente: «Es un adalid de la bondad», decía, o «Es un adalid de la sexualidad» o «un adalid de la verdad». (Por extraño que parezca, la moralidad era importante para Quin. Analizaba y criticaba a la gente basándose en sus rasgos morales; «egocéntrico» era una de sus acusaciones más severas; toda una ironía, teniendo en cuenta que nunca paraba de animar a la gente para que hablara de sí misma). Quin cogía a todos aquellos adalides, les pagaba adelantos completamente desproporcionados y se ponía exultante cuando tenían éxito. Lo cual pasó lo bastante a menudo como para que incluso muchos escritores en los que todo el mundo creía, es decir, por los que todo el mundo pujaba, terminaran yéndose con él, sin que él tuviera que esforzarse demasiado por conseguirlos.

Me acuerdo de que una vez lo acompañé a una fiesta editorial en honor de uno de ellos, un joven negro («¡Un adalid de la justicia provisto de humor y estilo!») al que Quin había posicionado para que alcanzara la fama. La fiesta tenía lugar en una galería de arte que exponía obras de alguien que pintaba imitaciones de vetustas obras maestras pero reemplazando a las figuras caucásicas originales por gente famosa de color. Quedé con Quin en su oficina; yo llevaba falda y tacones y una bolsa de la compra y un bolsito.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.