Eragon by Christopher Paolini

Eragon by Christopher Paolini

autor:Christopher Paolini
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


El fango de Dras-Leona

Almorzaron en Fasaloft, un bullicioso pueblo a orillas del lago. Era un sitio encantador que se levantaba en una colina con vistas al lago. Mientras comían en el salón de la posada, Eragon prestó mucha atención a los chismes y se sintió aliviado al no escuchar rumores sobre Saphira ni sobre él.

Durante los dos últimos días, el sendero, que ya se había convertido en una ruta, estaba cada vez peor porque las ruedas de los carros y las herraduras de hierro de los caballos se habían conspirado para destrozar el terreno y lo habían dejado intransitable en muchas partes. Al mismo tiempo el aumento de viajeros obligó a Saphira a esconderse durante el día para después, por la noche, alcanzar a Brom y a Eragon.

Siguieron viaje durante días hacia el sur bordeando la orilla del amplio lago Leona, aunque Eragon empezaba a preguntarse si alguna vez lograrían recorrerlo, de modo que se animó cuando se encontraron con unos hombres que les dijeron que Dras-Leona estaba, aproximadamente, a un día a caballo.

A la mañana siguiente Eragon se levantó temprano. Le cosquilleaban los dedos ante la idea de encontrar al fin a los ra’zac.

Tened mucho cuidado los dos —dijo Saphira—. Los ra'zac podrían tener espías apostados en busca de viajeros que respondan a vuestra descripción.

Haremos lo posible para no llamar la atención —la tranquilizó Eragon.

La dragona agachó la cabeza hasta que le quedó a la altura de los ojos de Eragon, y lo miró.

Quizá, pero ten en cuenta que no podré protegerte como cuando te enfrentaste a los úrgalos, pues estaré muy lejos para acudir en tu ayuda y, además, tampoco sobreviviría mucho en esas callejuelas. Sigue a Brom en esta cacería; él es sensato.

Lo sé —respondió Eragon con seriedad.

¿Irás con Brom a donde están los vardenos? Una vez muertos los ra'zac, querrá llevarte hasta ellos. Y, puesto que Galbatorix estará furioso por la muerte de los ra'zac, sería lo más seguro que podríamos hacer.

Eragon se frotó los brazos.

No quiero combatir siempre contra el Imperio, como los vardenos, porque la vida es algo más que una batalla constante. Después de que los ra 'zac hayan desaparecido, tendremos tiempo para pensarlo.

No estés tan seguro —le advirtió, y partió a ocultarse hasta que llegara la noche.

El camino estaba atestado de campesinos que llevaban sus productos al mercado de Dras-Leona, de modo que Brom y Eragon se vieron obligados a aflojar el paso de los caballos y esperar que pasaran los carros que interceptaban el camino.

Aunque antes del mediodía vieron humo a lo lejos, tuvieron que avanzar un poco más de cinco kilómetros hasta que vieron con claridad la ciudad. A diferencia de Teirm, una ciudad planificada, Dras-Leona era un laberinto enmarañado que se extendía al lado del lago. Edificios destartalados se levantaban en calles serpenteantes, y el centro de la ciudad estaba rodeado de una sucia muralla de adobe de color amarillento.

A varios kilómetros al este, un monte de roca pelada horadaba el cielo con sus picos y con sus cumbres, a modo de un tenebroso barco de pesadilla.



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