Encuentros furtivos: Relatos (Spanish Edition) by Judy Macmar

Encuentros furtivos: Relatos (Spanish Edition) by Judy Macmar

autor:Judy Macmar [Macmar, Judy]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2016-05-30T22:00:00+00:00


Días después, la preocupación de Ian se convirtió en exasperación. Jacqueline se negaba a recibirle en casa, no deambulaba por el jardín como de costumbre cuando su hermana invitaba al grupo a pasar la tarde en la piscina y tampoco le cogía el teléfono.

Se estaba cansando de jugar a los escondites.

Necesitaban hablar de lo sucedido en el porche, y temía perder la paciencia de un momento a otro. No obstante, conocía a Jacqueline mejor que nadie y sabía que para ella había sido demasiado denigrante dejarse llevar por sus instintos carnales frente a un público tan insolente como lo eran sus amigos, de modo que, a regañadientes, le concedió un poco más de tiempo y decidió asistir a la fiesta del club el viernes por la noche, con la esperanza de dejar de pensar en ella durante unas horas.

Pero no funcionó.

Ni siquiera en medio del gentío, de mujeres hermosas y bien dispuestas, de buena música y exquisita bebida, logró sacársela de la cabeza. Solo con recordar el roce de sus labios, sus senos perfectos apretados contra su torso, sus manos acariciándole la piel y el pelo... se le ponía dura como una piedra.

Vació de un trago el botellín de cerveza y salió del local como alma que lleva el diablo.

Si no quería verlo por las buenas, lo vería por las malas.

De pronto se encontró saltando la intrincada verja de la propiedad O'Brian en medio de una densa oscuridad y maldiciendo por lo bajo cada vez que sus pies tropezaban con cualquier obstáculo. Se animó al ver que la ventana de Jacqueline estaba abierta de par en par; lo que no le gustó tanto fue el hecho de que se hallase en la segunda planta de la casa. Aunque eso no lo detuvo en su propósito: se las ingenió para trepar hasta ella y entrar en la habitación de la joven sin hacer apenas ruido.

A pesar de la escasa luz que reinaba en el interior, fue capaz de distinguir su esbelta figura yaciendo en el centro de la enorme cama de matrimonio. Se acercó de puntillas al lecho y se sentó en el borde del colchón para contemplarla en silencio. La sábana la cubría hasta la altura de las caderas, llevaba una camiseta de finos tirantes y dormía plácidamente con la mejilla apoyada en el dorso de su mano izquierda.

Ian resistió a duras penas las ganas de meterse en la cama con ella.

En lugar de hacer semejante locura, lo que hizo fue cubrirle la boca con la palma de la mano y aguardar a que despertara.

No tuvo que esperar demasiado.

En cuanto sus dedos tocaron los apetitosos labios de Jacqueline, esta abrió los ojos de forma desmesurada y, al ver su oscura cabeza cerniéndose sobre ella, se revolvió en el colchón y empezó a gemir contra su mano.

Era obvio que no lo había reconocido.

—¡Shhh...! —Ian se llevó el dedo índice a los labios para indicarle que guardara silencio—. Soy yo, cariño —siseó—. Soy yo.

La chica dejó de removerse, miró a Ian como si se tratase de un espectro salido de la nada y levantó las cejas en señal de interrogación.



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