Embrujo de espinas by Margaret Rogerson

Embrujo de espinas by Margaret Rogerson

autor:Margaret Rogerson
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788418440946
editor: NOCTURNA
publicado: 2023-02-04T00:00:00+00:00


Veintiuno

Una Gran Biblioteca no dormía nunca, ni siquiera después de que todas las personas se hubieran ido a la cama. Las voces resonaban por el patio interior cuando Elisabeth lo recorrió en silencio, pegada a la curva de la pared, donde su capa blanca se camuflaba con el mármol. Algunos de los grimorios roncaban, mientras sus vecinos dejaban escapar ruiditos contrariados porque hacían demasiado ruido; otros susurraban y se reían. Un grimorio solitario cantaba un desgarrador lamento que se alzaba por encima del resto, un sonido que se elevaba más allá de los haces de luz de luna azul que se derramaban a través de la bóveda estrellada y sonaba, fantasmal en el firmamento, como música tocada en un vaso de cristal.

Cada vez que aparecía un farol, Elisabeth se escondía y esperaba hasta que pasaba el alcaide. La Biblioteca Real estaba incluso más vigilada de noche de lo que se imaginaba. Envidiaba a Silas, que caminaba en forma de gato junto a ella. Después de escapar por los pelos de una alcaide que se acercó tanto a Elisabeth como para que esta viera que tenía los ojos verdes y le contara los botones del abrigo, Silas se transformó en humano y la sujetó por el hombro antes de que saliera de su escondite.

—Debo contarte algo antes de seguir —murmuró—. No puedo influir en los alcaides porque llevan demasiado hierro. Si te ven, no puedo hacer que den media vuelta y se olviden de lo que han visto.

Ella sospechaba lo que quería darle a entender.

—Y si eso sucede, ¿me abandonarás para que me enfrente sola a las consecuencias?

Él inclinó la cabeza y Elisabeth distinguió una ligerísima arruga de disculpa en su ceño.

—Entiendo —susurró ella—. Le debes lealtad a Nathaniel, no a mí.

Al avanzar, se preguntó si Silas se sentía incómodo por tenerla tan cerca. Llevaba al cuello la granllave y, además, su capa estaba forrada de hierro. Asesina de Demonios le colgaba del cinturón y su peso junto al costado la reconfortaba. No obstante, si todo aquello lo incomodaba, tendría que aguantarlo. No podía entrar sin protección en los archivos.

Pasaron junto a varias patrullas más antes de llegar a la entrada del ala noroeste. Los ángeles esqueléticos tallados alrededor del arco la miraron con sus ojos huecos y sus resplandecientes cráneos de bronce, y a Elisabeth se le erizó el vello de los brazos al imaginarse que volvían la cabeza para verla alejarse. Pero no se movieron. No les hacía falta. Cosas mucho peores la aguardaban.

Silas y ella dejaron atrás el cordón de terciopelo. La niebla se le arremolinaba en las botas y le lamía el dobladillo de la capa. Era más densa que de día, sin duda una emanación mágica de uno de los grimorios de los archivos. Silas, gato de nuevo y solo visible como un borrón de movimiento dentro de la niebla, se dirigió a la puerta. Elisabeth se obligó a no fijarse mucho en su presencia acechante, todavía reciente su sueño. Así que se concentró en lo que Silas le había pedido que hiciera.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.