El tiempo de los héroes by Javier Reverte

El tiempo de los héroes by Javier Reverte

autor:Javier Reverte [Reverte, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-04-01T00:00:00+00:00


Modesto sonrió.

—Vale, vale, chico… Acabarías con cualquier fiesta con esa oreja.

Se volvió hacia Líster.

—Me parece que es una jota navarra.

—¿Y cómo lo sabes?

—Sólo a los del norte se les ocurre mezclar el amor con la misa. Eso nunca lo haría un andaluz: nosotros preferimos mezclar el amor con el pecado. Lo cual significa que están trayendo a los requetés del norte. Mañana tendrás el infierno encima, comandante Líster. Ese hijo de puta de Franco ha hecho lo que yo me temía. Tienes que retirarte a Brunete ahora mismo.

—¿Esta noche?

Tomó del brazo a Líster y lo apartó del grupo. El gallego olía fuerte a coñac.

—Lávate la cara y el cerebro y retira de inmediato y en silencio a tus tropas. En una hora os quiero en marcha, ¿entendido? Pero deja el campamento tal cual está, con las tiendas montadas, las fogatas encendidas, como si no te hubieses marchado. ¿Lo comprendes? ¡Ay!, si hubieras llegado a tiempo a Navalcarnero…

Líster no parecía escucharle.

—¿Y en dónde meto a mis tropas si me quedo sin tiendas?

—¡En las casas del pueblo, joder! Ya te enviaremos nuevas tiendas desde Madrid. Y da la orden de retirada ahora mismo. Yo me voy a los otros frentes a disponerlo todo para detener la ofensiva. Va a ser duro, muy duro… Te dejo a mis exploradores: ocúpate de cuidar bien a mi chusma, ya ves lo útiles que son. Te serán muy necesarios en los próximos días. Y no bebas un trago más, se te va a poner el cerebro como el corcho.

Con el alba, una nutrida escuadrilla de bombarderos alemanes rompió el silencio de los campos y calló el canto de los grillos más rezagados. Una tempestad de bombas arrasó el campamento sin hombres de la XI División de Líster. Cuando las primeras tropas de requetés cruzaron las trincheras republicanas, sólo encontraron tierra chamuscada, restos de hogueras, latas de conserva vacías y jirones de tiendas de campaña. Colgada entre dos árboles, milagrosamente intacta, una tela blanca exhibía una frase pintada en letras rojas en la que se daba una peculiar bienvenida a los asaltantes: «Que os dé por el culo el Papa, requetés de mierda».

Ese miércoles día 14, los rebeldes lanzaron su ofensiva en todos los frentes, reforzados con divisiones llegadas del norte, en su mayoría compuestas por legionarios y requetés. Durante dos días, los Junkers y Stukas alemanes, junto con los Saboyas italianos, castigaron con dureza las líneas republicanas, con el solo respiro de la noche, y la artillería les dio el relevo enviando un aluvión de obuses sobre las trincheras y reduciendo a escombros la mayoría de las casas de Quijorna y Brunete. Después, comenzaron las cargas de caballería y, en los días siguientes, los ataques en masa de la infantería, apoyados por tanques alemanes y siempre precedidos de devastadoras batidas aéreas a las que malamente podía dar respuesta la aviación republicana, muy inferior en número de aparatos.

Quijorna, situada en una mejor posición estratégica que las otras poblaciones conquistadas en los primeros días de la batalla por



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