EL SOLDADO OLVIDADO by Guy Sajer

EL SOLDADO OLVIDADO by Guy Sajer

autor:Guy Sajer [Sajer, Guy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela Historica
ISBN: 84-96364-45-3
editor: INEDITA ediciones
publicado: 2013-09-30T16:00:00+00:00


Farfulla algunas palabras al veterano que se le ha acercado.

Su cara pálida intenta sonreír, pero sólo produce un rictus inquietante. Tiene los ojos clavados en el arnés que cubre el pecho de nuestro camarada y sobre todo en el subfusil. Davai! Davail, dice el veterano. El ruso alarga el cesto y nuestro amigo saca una pera. La tira y coge otra, que tira igualmente, así como cinco o seis más. El veterano se pone a vociferar e insulta al popov quien retrocede a pasitos.

- Están medio podridas -berrea nuestro amigo al volver-. Ese tipo, temeroso por su huerto, nos ofrecía las que debía dar a su cerdo.

Inmediatamente nos ponemos a sacudir el árbol y llenamos de peras una lona de tienda.

El popov ha desaparecido en su antro. Hacia el noroeste truena el cañón. Nuestros elementos avanzados han establecido contacto. Nos dan la orden de marcha. Media hora más tarde volvemos a apearnos. Los silbatos nos instan a ponernos en formación de combate. Allá, a un kilómetro de nosotros se zurran de lo lindo alrededor de una aldea dominada por una especie de fábrica.

Wesreidau nos explica en un tiempo récord que hemos de neutralizar un importante grupo enemigo que resiste en el pueblo. El grueso del ejército no puede entretenerse y dos compañías son destacadas para esa misión.

Con el arma colgada del hombro, avanzamos a pie hacia aquel objetivo mientras nuestros tractores corren a emplazar los lanzacohetes y los Pak.

En un abrir y cerrar de ojos, los rusos, que desde sus atrincheramientos observan nuestros movimientos, nos arrojan una granizada de proyectiles propulsados por su condenado aparato lanzagranadas que podría acabar con nosotros. Afortunadamente, esos proyectiles no tienen mucha precisión y sólo contribuyen a hacer que todo el mundo corra hacia su refugio. Las dos compañías se despliegan y cercan en parte el punto fortificado. Tenemos casi diez minutos de calma, mientras nuestro capitán decide la maniobra y discute con sus subordinados al abrigo de un múrete de piedras secas.

Después vienen los suboficiales y nos indican los puntos que hemos de alcanzar. Escrutamos en esas direcciones y nuestro instinto de combatientes nos hace percibir los menores repliegues detrás de los cuales podremos saltar. Todo está en calma y todo es irrisoriamente fácil.



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