El sol desnudo by Isaac Asimov

El sol desnudo by Isaac Asimov

autor:Isaac Asimov [Asimov, Isaac]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1957-01-01T05:00:00+00:00


11

Donde se inspecciona una granja

Baley se quedó de una pieza. Al pensarlo bien, se le heló la sangre de las venas. El robot positrónico era el símbolo de la superioridad de los hombres del espacio sobre los terrestres. Tan sólo esto era ya un arma suficiente.

Procuró que su voz no temblase al decir:

—Es un arma económica. Solaria es importante para los otros Mundos Exteriores como productora de modelos avanzados, y por lo tanto nunca la atacarán.

—Eso se halla fuera de toda discusión —confirmó Quemot con indiferencia—. Fue precisamente lo que nos permitió declararnos independientes. Yo me refiero a otra cosa, a algo más sutil y más cósmico.

Quemot mantenía la vista fija en las yemas de sus dedos, mientras su espíritu parecía sumido en hondas cavilaciones.

—¿Se trata de otra de sus teorías sociológicas?

La vanidosa expresión de Quemot, que a duras penas consiguió reprimir, provocó una leve sonrisa en el terrestre.

—Ciertamente —repuso el sociólogo—. Por lo que sé hasta el momento es una teoría original, que resultará evidente cuando se hayan estudiado con toda atención las cifras de población de los Mundos Exteriores. Para empezar, le diré que desde que el robot positrónico fue inventado, su uso se ha hecho más intenso y general en todas partes.

—No en la Tierra —objetó Baley.

—Alto, alto, agente. Yo no sé gran cosa sobre su planeta de origen, pero sí lo bastante como para asegurar que los robots empiezan a ser un factor importante en su economía. Ustedes viven en grandes ciudades dejando la mayor parte de la superficie del planeta desocupada. ¿Quién hace funcionar sus granjas y explotaciones mineras, dígame?

—Los robots —tuvo que admitir Baley—. Pero si me apura, doctor, le diré que fueron los terrestres quienes inventamos el robot positrónico.

—¿Ah, sí? ¿Está seguro?

—Compruébelo. Es absolutamente cierto.

—Muy interesante. Sin embargo, es allí donde se han desarrollado menos —dijo pensativo el sociólogo—. Quizá se deba a la enorme población de la Tierra. Haría falta mucho más tiempo. Claro… No obstante, ustedes tienen robots incluso en las ciudades.

—Sí.

—Y muchos más ahora que hace cincuenta años, por ejemplo.

Baley asintió con un gesto de impaciencia.

—¿Ve usted? Se trata sólo de una diferencia de tiempo. Los robots tienden a desplazar la mano de obra humana. La economía robótica avanza en una dirección determinada: cada vez más robots y menos seres humanos. He estudiado las cifras de población con sumo interés y he deducido unas consecuencias muy reveladoras. —Se interrumpió, súbitamente sorprendido—. Vaya, esto es una aplicación de las matemáticas a la sociología.

—¿Se da cuenta?

—Es posible que exista alguna relación entre ambas ciencias, después de todo. Lo pensaré más detenidamente. Sea como fuere, voy a exponerle las conclusiones a que he llegado, y estoy convencido de que podemos aceptarlas como ciertas. La relación robot-hombre tiende a aumentar unilateralmente en cualquier economía que haya aceptado la mano de obra robótica a pesar de las leyes que se promulguen para evitarla. Este aumento se podrá retardar, pero nunca detener. Al principio, la población humana aumenta, pero la población robot se incrementa en mayor proporción.



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