El Santuario by Anne Rice

El Santuario by Anne Rice

autor:Anne Rice [Rice, Anne]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T05:00:00+00:00


20

Tardé tres días en conseguir el ordenador portátil. De hecho, Nash Penfield, el profesor forastero, lo compró al llegar, y aunque yo no iba a verlo hasta que se dieran otras circunstancias más favorables —por decisión mía, no de tía Queen—, me sentí agradecido de que hubiera contado con los medios necesarios para conseguir el aparato adecuado y un alargador de cable.

Durante aquellos tres días me hicieron toda clase de pruebas médicas, y al final quedó patente y claro que no tenía lesiones en el lóbulo temporal, ningún indicio de epilepsia ni tumores cerebrales.

No sufría un desequilibrio electrolítico y no estaba anémico. No tenía problemas de circulación y no encontraron ni rastro de narcóticos.

Tampoco tenía problemas de tiroides ni de la glándula pituitaria.

La levísima hinchazón de mi cerebro, a consecuencia del encontronazo con la pared por culpa del desconocido, remitió rápidamente. Y mis dolores de cabeza desaparecieron.

Sostuvimos un intenso debate sobre si debían practicarme una punción medular, y al fin los persuadí de que la llevaran a cabo y acabaran de una vez. Sobreviví al riesgo. No hallaron células malignas en el fluido.

Entre uno y otro de los largos paseos que daba por los pasillos bellamente decorados del laberíntico hospital, narré la historia completa de aquella violenta noche a todo el que quiso oírla.

El doctor Winn Mayfair escuchó en silencio y con expresión pensativa mis descripciones de Goblin y de cómo éste había salido en mi defensa, y tía Queen, que se encontraba en la habitación, no me interrumpió, ya fuera para calmarme cuando me agitaba o para apoyar lo que yo decía, si bien estaba convirtiéndose en una experta en todo aquel relato.

El doctor Winn tenía un aire de profunda reserva. No me sentí empujado a recabar su aprobación tanto como su pericia, a pesar de lo delicado que era en todas sus observaciones. Y no me sorprendió en absoluto que me pidiera que hablase delante de un escogido grupo de psiquiatras.

Le dije que no. Pero tía Queen me hizo cambiar de idea. Se había traído al hospital la mitad de su vestuario, y cada día aparecía vestida con uno de sus encantadores modelitos con el apropiado sombrerito ceñido, tomaba asiento al lado de mi cama y me tomaba la mano con afecto.

—¡No ves que tengo que hacer esto! —me suplicó—. No tengo más remedio. Si no insisto en que hables con esos psiquiatras, nos acusarán de negligencia. Reflexiona, Quinn. Podrían acusarnos a los dos. Tenemos que quitarnos esto de encima y volver a llevar la vida que deseamos llevar.

—¿Y cuál es, tía Queen? ¿Qué va a suceder con Blackwood Manor? ¿No te das cuenta de que si tú y yo nos marchamos a una de tus exóticas escapadas, no quedará ningún Blackwood en casa? Conoceré a ese profesor, sí, ya te he dicho que sí, pero aquí no. Insisto en que no sea aquí.

—Lo entiendo perfectamente —repuso ella—. Y no te preocupes por Nash, se encuentra felizmente instalado en la habitación de invitados de Blackwood Manor, y aunque el plan se venga abajo, como dicen, habrá disfrutado de unas deliciosas vacaciones criollas.



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