El rio de los muertos by Margaret Weis & Tracy Hickman

El rio de los muertos by Margaret Weis & Tracy Hickman

autor:Margaret Weis & Tracy Hickman [Weis, Margaret & Hickman, Tracy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2001-01-01T05:00:00+00:00


Abajo, muy, muy abajo, unos ojos vigilaban a Beryl, pero no eran los del jugador de esa partida o, al menos, no se consideraba tal. Él era el dado que tintineaba en el cubilete y era arrojado sobre la mesa para rodar sin rumbo hasta detenerse ignominiosamente en un rincón y que se proclamara al vencedor de la partida.

Gilthas se encontraba en la entrada oculta de uno de los túneles, observando a Beryl. El dragón era enorme, inmenso, monstruoso. Su cuerpo escamoso, hinchado, contrahecho, era tan descomunal que parecía imposible que las alas pudieran levantar la repugnante masa de carne del suelo. Imposible hasta que uno reparaba en la gruesa y pesada musculatura de los hombros y la anchura y la envergadura de las alas. Su sombra se extendía sobre la tierra, ocultando el sol ya atenuado por el humo, convirtiendo el brillante día en una horrenda noche.

Gilthas sintió un escalofrío cuando la sombra de las alas del dragón pasó sobre él, helándolo. Aunque las alas pasaron enseguida, el elfo sintió como si continuara bajo la negra sombra de la muerte.

—¿Ha pasado el peligro, majestad? —preguntó una voz temblorosa.

«¡No, pequeña necia! —quiso gritar Gilthas—. ¡No ha pasado! No hay ningún lugar en este ancho mundo que sea seguro para nosotros. El dragón nos vigila desde el cielo día y noche. Su ejército, que se cuenta por millares, marcha sobre nuestro suelo, matando, quemando. Podemos retrasarlos a costa de unas vidas preciosas, pero no podemos detenerlos. Ésta vez no. Huimos, pero ¿adonde huir? ¿Dónde está ese refugio seguro que buscamos? La muerte. La muerte es el único refugio…».

—Majestad —llamó de nuevo la voz.

Gilthas salió de su desesperada reflexión con esfuerzo.

—El peligro sigue —advirtió en tono bajo—, pero el dragón se ha ido, por el momento. ¡Vamos, deprisa! ¡Entrad rápido!

Éste era uno de los muchos túneles construidos por los enanos, que servían para que escaparan los refugiados elfos de la ciudad de Qualinost y otras pequeñas comunidades del norte, zonas que ya habían caído en manos del ejército de Beryl. La entrada del túnel se encontraba sólo a unos tres kilómetros al sur de la ciudad; los enanos habían prolongado los túneles para llegar a la propia urbe, y en ese momento, mientras Gilthas hablaba con esos refugiados que habían sido sorprendidos en la superficie, otros elfos caminaban por el túnel detrás de él.

Los elfos habían empezado a evacuar Qualinost hacía seis días, el mismo en que Gilthas había informado a su pueblo que su país estaba siendo atacado por las fuerzas del dragón Beryl. Les había dicho la verdad, la brutal verdad. La única esperanza que tenían de sobrevivir a esa guerra era dejar atrás lo que más amaban, su tierra. Incluso entonces, aunque lograsen sobrevivir como pueblo, Gilthas no había podido darles seguridad de que sobrevivieran como nación.

Había dado órdenes a los qualinestis. Los niños debían partir. Eran la esperanza de la raza, y había que protegerlos. Irían adultos al cuidado de los niños, ya fuesen madres, padres, abuelos, tías, tíos, primos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.