EL REFLEJO DE LAS PALABRAS by Kader Abdolah

EL REFLEJO DE LAS PALABRAS by Kader Abdolah

autor:Kader Abdolah [Desconocido]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: sf_history


Valerse por sí mismo

Nos saltamos unos años,

los años en que Tine trabajaba

y Akbar se ausentaba a menudo.

Pero, antes, la rehabilitación de Hanne.

Me pregunto con quién dormía mi padre cuando estaba en la montaña. Yo sabía que había alguien y él sabía que yo lo sabía, pero era un secreto entre los dos. Ahora que me ocupo diariamente de sus apuntes, resurge por primera vez en mis pensamientos aquella mujer. En verdad me preocupa. Lamento no tener un retrato de ella, no saber qué aspecto tiene. Ignoro si aún vive, aunque sospecho que sí. Estoy convencido de que uno no se muere así como así cuando guarda un secreto que debe confiar a alguien. Creo que seguirá viviendo hasta que nos encontremos.

En la quietud del pólder quisiera decir su nombre en voz alta, gritarlo, pero no puedo, pues lo desconozco. Una vez me dijeron en la aldea del Azafrán que era hija de un inmigrante ruso y que vivía en el último poblado de la montaña, en la frontera con la antigua Unión Soviética. Si bien nunca he conocido a esa mujer, siempre he tenido una cita tácita con ella.

Hizo mucho por nosotros. Llevaba paquetes de forma clandestina al otro lado de la frontera y acogió en su casa a algunos peces gordos del partido, a los que pasaba al otro lado por la noche.

Entiendo perfectamente que lo hiciera por mi padre, pero, ahora que me he distanciado un poco de aquellos acontecimientos del pasado, siento, percibo, que también lo hizo un poco por mí, por el hijo del hombre al que amaba.

Y a menudo también pienso que salvó a Cascabelito.

¿Sería ella quien me envió los apuntes de mi padre? En el paquete no figuraba el remitente. Tampoco incluía ninguna carta, nada.

¿Cómo se llama esa mujer?

Si resulta que tan sólo existe en mi memoria, no importará que le ponga un nombre inventado por mí. Pero ¿cuál? ¿Uno persa? ¿Ruso? No, pues el suyo debe de ser persa o ruso. ¿Holandés? Le pondré uno provisional. Hanne, por ejemplo. La tía Hanne. Cuando anochezca, me acercaré al dique y, mirando al mar, gritaré su nombre: «¡Hanneeeeeeee! ¡Tía Hanneeeeeeee!»

No tengo opción. De lo contrario se interrumpirá el relato, y perderá fuerza. Eso es todo, no tengo nada más que contar sobre Hanne.

Ahora me voy con mi padre a la casa de baños.

Cada vez que mi padre volvía de la montaña tras una larga ausencia, Tine no le permitía entrar en casa sin antes asearse. Me daba sus utensilios de baño y me ordenaba:

—¡Ve con él a que se lave!

¿Conocería la existencia de Hanne? Apuesto a que sí, pero a nosotros nunca nos comentó nada.

Mi padre siempre regresaba al alba, para que yo pudiese acompañarlo a los baños. Tine exigía que lo examinase detenidamente, pues no quería que metiese en casa ninguna enfermedad de las montañas.

—¡Lávate bien entre las nalgas! —le decía con gestos, y él obedecía.

—¡Vuélvete!

Se daba media vuelta y yo sometía su cuerpo a una inspección minuciosa para ver si tenía la piel irritada o granos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.