El plan Mónaco by Riccardo Braccaioli

El plan Mónaco by Riccardo Braccaioli

autor:Riccardo Braccaioli [Braccaioli, Riccardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-15T00:00:00+00:00


* * *

Morel y Marguerita se miraron a la cara una vez que el hombre salió de la sala. Se sentían los peones que tenían que arreglar la situación, arremangarse y ocuparse del tema.

—¿Realmente crees que la Gendarmería conseguirá encontrarlo? —preguntó Marguerita.

El francés iba a contestar cuando la mujer lo interrumpió sin darle la posibilidad de responder.

—Da igual, era una pregunta retórica. Raphael, ocúpate de desalojar los coches del palco. Llama a los camiones de seguridad y que metan los vehículos en el local vigilado. Ya veremos qué hacemos con la subasta —indicó la mujer, moviendo su mano derecha—. Después, quiero que busques todos los ladrones que estén relacionados con robos de coches muy caros, piezas únicas o cuadros de Tronksy. Luego amplias el radio a coleccionistas que han pujado por estos artistas o personas que en varias subastas puedan haber comprado coches únicos. ¿Me sigues?

—Sí, jefa.

—Muy bien. ¡Pues ya tardas! Con cualquier novedad, hablamos. Yo me quedo aquí a revisar unos detalles de las cámaras.

—¿Jefa? Acuérdate que tienes el móvil sin batería, en caso contrario no podré llamarte —le dijo Raphael saliendo por la puerta.

La mujer asintió sacando del bolso un cargador y conectando el aparato a la toma de corriente.

Morel se despidió de la mujer, dirección a la base del gran premio, recalcando que le fuera informando de los avances. Al salir este de la sala de control, entraba Bruno. Ella lo miró y él se acercó. Chocaron sus visiones y él le dijo cogiéndole cariñosamente el brazo:

—¿Cómo estás?

—Da igual. ¡Siéntate! Tenemos mucho trabajo.

• • •

La pequeña sala había sido escenario del encontronazo inevitable.

Los empleados del hotel, pegados a la decena de pantallas que tapizaban la pared, escucharon sin quitar atención a sus tareas. Incómodos, pero callados, como meros espectadores accidentales. Seguían inmutables, con las orejas giradas hacia atrás, como los caballos enfurecidos.

Marguerita necesitaba respuestas, su honorabilidad estaba sobre el tablero de ajedrez y la partida acababa de iniciarse. No era consciente de que tener a Bruno en su investigación sería un as en la manga. Pero pronto se daría cuenta.

Los primeros movimientos los realizaron los ladrones. Marguerita y Bruno iban a remolque, necesitarían entender muchas cosas antes de poder anticiparlos. Aunque nadie les daba la certeza de tener éxito en una investigación tan amplia e intrincada.

—¿Podemos ver la grabación momentos antes del robo del cuadro? —preguntó el italiano a la mujer.

—Por favor, ¿te importa rebobinar hasta esos instantes? —pidió la mujer al hombre delante de los monitores. Bruno se giró, y mirando a la investigadora, le dijo:

—Los detalles son la clave. Todos dejan detalles por el camino, como migas involuntarias.

El corpulento hombre de los monitores, vestido con su traje y corbata, uniforme del hotel, rescató las imágenes.

—Genial, ahora rebobina hasta el momento en el que volvemos a tener imagen —ordena la mujer.

—Señora, si me permite, la grabación continuó, en cambio, es la imagen la que inexplicablemente desaparece. Es decir, la imagen no llega, por lo tanto, no se graba. Pero si se fija, el tiempo pasa —le dijo el responsable de los monitores.



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