El peso del acero by Miguel Huertas

El peso del acero by Miguel Huertas

autor:Miguel Huertas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantasía, Acción, Espadas, Magia, Celtas, Druidas, Lucha
editor: ACUEDI Ediciones
publicado: 2018-03-01T00:00:00+00:00


* * *

La Madre Mar era un tugurio oscuro y húmedo. El hedor del puerto se unía con el inconfundible aroma del orín y el vómito agrio de los borrachos, y la cerveza era floja y aguada y tenía un incómodo regusto a sal que permanecía en el velo del paladar, pero era barata. El veterano marino que la regentaba nunca hacía preguntas y sentía una saludable mezcla de temor y respeto hacia los hombres de Giddas.

Garth vació su jarra de madera de un solo trago, con su prominente nuez subiendo y bajando a medida que hacía pasar el líquido a través del gaznate, y la posó en la mesa con un golpe seco. Después, se pasó la mano por el pelo entrecano y sonrió pesadamente al forastero y a Pat.

—Algunos la llaman floja —dijo tras eructar—. Puede que tengan razón, pero así se bebe más deprisa. Esa es la razón por la que esta ciudad sigue leal a la Corona. No tienen la misma cerveza que en el resto de las Tierras del Hacha. ¿Habéis bebido ese brebaje negro del norte? Es como intentar beberse una hogaza de pan de centeno. No me extraña que se rebelen. Beber eso debe acortar la paciencia de cualquiera.

—Eres todo un filósofo —replicó Pádraic bebiendo un sorbo de su jarra y arrugando el gesto al notar los posos de sal.

Garth se encogió de hombros y pidió otras dos jarras. Detrás de él, en la mesa contigua, media docena de hombres del Gremio de Marinos intercambiaban palabras airadas en voz baja. Eran gentes curtidas, de hombros anchos y antebrazos gruesos, acostumbrados a hacer tratos poco favorables con el océano.

—¿Qué les pasa? —le preguntó el forastero a Garth antes de beber un largo trago de su propia jarra.

—¿Has visto la ballena, allá en el puerto?

—La gran bestia gris.

—Eso es. Es un animal grande, y fuerte —explicó el guardia—. Les ha costado seis hombres y los sacerdotes han exigido un ala entera de la ballena como tributo divino. Apenas quedan en estas costas, los barcos tienen que ir cada vez más al norte para cazarlas, son aguas peligrosas. Es una exigencia excesiva. No van a pagar.

—¿Le han negado el tributo a la Revelación de la Gracia? —preguntó Pádraic con un deje de incredulidad en la voz.

—Giddas les apoya, claro. Al fin y al cabo, es su bolsillo. Y tiene un bolsillo grande, pero una paciencia corta, por algo es el burgomaestre. O eso dicen —respondió Garth con una ancha sonrisa de entendido.

—¿Y es eso suficiente? La Revelación de la Gracia tiene raíces profundas —apuntó el forastero.

—Ya sé, pero sólo tienen templos y plegarias —murmuró Garth encogiéndose de hombros y comenzando a arrastrar las palabras por efecto del alcohol—. El Gremio tiene sus cazaballenas y privilegios comerciales. Eso significa oro, que significa muchas cosas. Borhaven sigue fiel a la Corona, ¿no merece eso alguna recompensa?

—Creo que eso tiene más que ver con las dos mil espadas de Dastor que con los privilegios comerciales —murmuró Domenec.

—Quién sabe, forastero. Dastor es listo, lo mismo que el condestable.



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