El mundo de Homero by Pierre Vidal-Naquet

El mundo de Homero by Pierre Vidal-Naquet

autor:Pierre Vidal-Naquet [Vidal-Naquet, Pierre]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2001-12-31T16:00:00+00:00


¡Glauco!, ¿por qué nosotros en Licia

somos los más honrados y en las mesas

ocupamos asiento preferente,

y más grandes porciones se nos sirven

de los manjares y de dulce vino,

más copas se nos dan y como a dioses

todos nos miran y mayor terreno

cultivamos del Janto en la ribera,

ameno y en viñedos repartido

y en tierras de labor? Para que ahora

al frente de los licios nos mostremos,

y en la ardiente pelea combatamos.

En cuanto a Ulises, lo que le interesa no es la ciudad de Ítaca, la que sin embargo aparece al principio y al final de La Odisea, en el momento de la guerra civil y la reconciliación última, sino el oikos (sus posesiones) saqueado por los pretendientes. Para vencerlos, Ulises no convoca a la asamblea de los itacenses sino a su hijo, su porquerizo y su boyero.

El destino de la ciudad de los dioses es más complejo, primero, porque es muy difícil extraer a las divinidades griegas de la narración en la que las encierra el poeta; segundo, porque la evolución de la religión griega tal como se la puede adivinar refuerza, no debilita, el poder de Zeus. La religión de la época arcaica y clásica conoce a la vez el fraccionamiento (cada ciudad tiene sus dioses y cultos: por ejemplo, Atenea es soberana en Atenas) y el panhelenismo (el Zeus olímpico y el Apolo de Delfos hablan a todos los griegos). En esas épocas, pocos griegos tienen con los dioses la familiaridad de los héroes de Homero en algo que, recordémoslo, no es sino una narración. Para acercar a dioses y hombres habrá que inventar nuevas formas de culto, pero esa es otra historia.

La paradoja del poema homérico es que los dioses —en virtud de la epopeya— son a la vez próximos y remotos. Son próximos porque ciertos héroes —no todos— no les manifiestan siempre, si se puede decir así, respeto y consideración. Apolo engaña a Aquiles y se le presenta después de desviarlo de su camino. Atenea siente afecto por Diomedes y por Ulises en La Ilíada, y por este último a todo lo largo de La Odisea. Poseidón no le perdona a Príamo, hijo de Laomedón —ni, por tanto, a los troyanos—, la injuria que le ha inferido el padre. Lo ha servido durante todo un año. Ha construido para él los muros de Troya. No ha cobrado por ello el menor salario.

Este ejemplo ilustra muy bien las complejas relaciones entre los dioses del Olimpo y los príncipes troyanos. Zeus ha tomado de ellos a su copero (Ganímedes); Afrodita, a un amante (Anquises); Poseidón, al patrón que acabo de nombrar (Laomedón). En realidad, estas señales de buena voluntad de los dioses hacia los troyanos son ambiguas. No asegurarán la salvación de la ciudad. La proximidad de los dioses es peligrosa para ellos. Sólo Héctor y Sarpedón serán «bellos muertos» en lugar de cadáveres ultrajados como lo deseaba aquel que los mató.

He dicho que los dioses eran próximos y remotos. En efecto, lo normal es la lejanía. Los dioses se comunican con los hombres por medio de sueños que pueden ser mentirosos.



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