El legado by Balli Kaur Jaswal

El legado by Balli Kaur Jaswal

autor:Balli Kaur Jaswal [Jaswal, Balli Kaur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


Narain

Se apresuró a vestirse, haciendo caso omiso del silencio de Padre. Un remolino de pensamientos rabiosos bullía en su cabeza. ¿Cómo se le había ocurrido comprarle whisky a Amrit? Solo de pensarlo le daban ganas de volver al salón y decirle un par de cosas. Miró el reloj y se dio cuenta de que llegaba tarde a la cena. Sobre la tabla de la plancha había un par de vaqueros. No le daba tiempo a más: se los pondría con una camisa.

En el taxi, de camino a la ciudad, Narain iba pensando en cómo disculparse por el retraso. Tendría que decirle a Dennis que algo inesperado había sucedido: un accidente de tráfico, un problema con las tuberías de casa… «Actos de Dios», como solía decir su amiga Wei Yi, que había descubierto la expresión en la letra pequeña de una póliza de seguros. Últimamente Narain no hacía más que inventarse actos de Dios para hacerse perdonar sus demoras y sus ausencias. Meses atrás bastaban para convencer a Dennis, pero ahora Narain olvidaba fácilmente sus propias mentiras, de modo que, pasados unos días de un escape de agua ficticio, una mirada ausente bastaba para ponerse en evidencia.

Las luces de la ciudad iban quedando atrás mientras el taxi recorría la autopista. Narain daba golpecitos impacientes sobre cada superficie a su alcance —el asiento, la manecilla de la puerta, la ventanilla—, hasta que el taxista lo miró a través del retrovisor y le pidió educadamente que dejara de hacerlo. En el interior del vehículo había un intenso olor a hojas de pandano, el remedio habitual para ahuyentar a las cucarachas.

—¿Tiene planes para Año Nuevo?, —le preguntó Narain al conductor, con la esperanza de que la conversación lo distrajera.

—No —respondió el taxista con hosquedad—. Solo trabajar.

Cuando por fin llegó, Dennis lo aguardaba de pie a la entrada del restaurante.

—Cuarenta minutos —dijo muy serio—. No me he atrevido a entrar siquiera porque no me apetecía estar ahí esperando solo.

—Lo siento muchísimo —se disculpó Narain. Ahí, en plena calle, no podía acercarse a él y pedirle perdón con un gesto tierno. Salvo en el piso de Dennis, tenían que presentarse siempre como socios de negocios o como amigos de familia. A veces se hacían pasar por primos; la ascendencia portuguesa de Dennis le proporcionaba un tono de piel parecido al de Narain. Dennis disfrutaba prolongando aquellos momentos incómodos, adoptando la pose del profesor que exige una explicación. Inmediatamente, Narain quedaba convertido en el discípulo desobediente que aceptaba la reprimenda, apoyando el peso del cuerpo alternativamente sobre una y otra pierna—. En realidad no he salido tan tarde…, es que hay mucho tráfico. Me he encontrado con un taxista muy desagradable.

Dennis suspiró y entró en el restaurante delante de él.

—Bueno, ¿y qué ha sido esta vez?, —le preguntó. Ya estaban sentados a la mesa y el camarero había tomado nota de las bebidas.

Narain se dio cuenta de que ya no podía salir del paso con más mentiras, así que optó por sincerarse:

—Se trata de Amrit. A mi



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