El jeque y la ladrona by Maya Blake

El jeque y la ladrona by Maya Blake

autor:Maya Blake
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-01-31T10:09:45+00:00


Allegra estuvo a punto de gritar por el alivio cuando volvió a sentir su boca. Por un instante, había temido que no seguiría. La desolación que le había velado los ojos le había dado un escalofrío y el dolor que había vislumbrado le había sofocado el deseo. Entonces, curiosamente, no había sentido una pérdida por su falta de atención. Al ver en su rostro unos sentimientos que reconocía en sí misma, había encontrado una afinidad sorprendente entre ellos. Una afinidad que había descartado inmediatamente porque sabía que a Rahim no le gustaría esa relación. El sexo y la lujuria eran más aceptables para él.

Además, cuando volvió a sentir sus labios, todo se desvaneció, todo menos las sensaciones que le derretían el cuerpo. Sobre todo, se desvaneció esa voz que le preguntaba qué estaba haciendo.

Estaba viviendo, estaba dándole sustento al alma, un sustento que no sabía que le faltaba hasta que había tocado a Rahim. Estaba segura de que eso solo ocurriría una vez y acalló la voz para entregarse plenamente al éxtasis que se adueñaba de ella. Clavó más las uñas en sus hombros, se arqueó más todavía y dejó escapar los gemidos. Él le agarró el camisón con unos movimientos más bruscos que un momento antes. Ella observó sus rasgos a la luz de la chimenea mientras se lo bajaba y lo tiraba al suelo. Las bragas fueron detrás acto seguido.

Se sintió cohibida al estar desnuda con un hombre por primera vez desde hacía mucho tiempo y la mirada de Rahim, que era como algo vivo sobre la piel, hizo que se abochornara más todavía. Involuntariamente, fue a taparse con los brazos, pero él se los agarró y se los sujetó a los costados de las caderas.

–No te avergüences, Allegra. Déjame que te mire y que me sacie.

La soltó, se alejó unos segundos y volvió con un preservativo. Se puso de rodillas y la acarició desde el cuello hasta los muslos sin dejar de devorarla con la mirada. Cuando le tomó las rodillas con las manos y le separó las piernas, ella ya se había olvidado de lo que era respirar. Cada caricia la elevaba a un plano superior de ese deseo devastador y podría desmayarse si hacía que esperara un minuto más. Él, como si hubiese captado su desesperación, tomó su boca con otro beso voraz y sus lenguas se encontraron hasta que se quitó la toalla con un gruñido, se puso el preservativo y se colocó entre sus muslos. Le levantó la cabeza con una mano entre el pelo.

–Mírame.

Rahim lo dijo con la voz ronca por el deseo, pero también había un rescoldo de rabia. Cuando ella levantó la mirada cargada de deseo y vio sus ojos, se encontró con un brillo despiadado. Aunque no lo bastante como para detenerla. Soltó el aire cuando sintió su miembro turgente sobre ella.

–Ábrete más.

Ella obedeció con un gemido de impotencia y susurró cuando él siguió titubeando.

–Rahim, por favor…

–Repíteme que esto es lo que quieres –le ordenó él con los pómulos sonrojados y unas gotas de sudor encima del labio superior.



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