El guerrero alado by Antonio Mon Morales

El guerrero alado by Antonio Mon Morales

autor:Antonio Mon Morales [Mon Morales, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-11-15T00:00:00+00:00


Sonthorn despertó consternado y sudoroso sobre su cama. Cada vez el sueño era más real, más nítido, más terrorífico. Se levantó a toda prisa, se vistió y salió corriendo de la habitación, esperando que, si salía de allí, los sueños dejaran de perseguirle.

«Esto no puede seguir así —pensó Sonthorn⁠—. Llevo demasiados meses soñando lo mismo, preguntaré a Cerón a ver si sabe algo».

Las posibles explicaciones pasaron por su cabeza mientras seguía su camino hacia el río. Siguiendo las instrucciones de su maestro en la lucha, se quitó la camisa y se lavó en el arroyo mientras recordaba su conversación.

«—Sonthorn, te noto muy lento hoy —decía Morsh.

—Sí, maestro, he tenido una mala noche. —Sonthorn no le había dicho nada de sus sueños, pues aquella noche tuvo el primero.

—Es culpa mía, hijo —dijo mientras agitaba la cabeza⁠—. Te voy a decir lo que me dijo mi maestro el primer día de entrenamiento: cada día al alba, antes de desayunar siquiera, has de remojarte con agua fría, muchacho. Aliviará tu cabeza y fortalecerá tus músculos. Desde entonces, y de esto hace ya muchos años, es lo primero que hago al levantarme. Sonth, tú harás lo mismo cada día, ¿entendido?

—Sí, maestro».

Sonth rio de buena gana.

«En qué momento le dije que si… menudo frío hace… —⁠Sonthorn se miró en el agua por primera vez desde hacía tanto que ni lo recordaba y observó su cuerpo con ojo crítico».

«El tiempo pasa muy rápido. El muchacho que era ha desaparecido».

La barba le salía prominente por toda la cara, negra y espesa, y le daba el aspecto digno que no merecen los Nuevos Adultos. Se había hecho un hombre casi sin darse cuenta. Su musculatura había cambiado, su cuerpo se había esculpido tras dos años de lucha con Morsh.

«Este viejo guerrero es muy bueno, mi cuerpo ha cambiado sin que me diera cuenta».

Agachado sobre el agua, su largo pelo negro le cubría la cara. Se lo echó hacia atrás mientras se hacía una coleta, pues Morsh le prohibía el pelo suelto para entrenar. Su cara quedó libre y dejó al descubierto unos ojos plateados, profundos y silenciosos que protagonizaban su rostro y caracterizaban su mirada.

Tiempo atrás, sus padres le habían llevado al médico de un pueblo cercano a que se los examinase, a pesar de las negativas de Sonthorn. «No hay quien se resista a una petición de madre». Sonrió recordando las palabras del hombre que lo atendió:

«—He terminado la auscultación más rápido de lo que cabría suponer ante esta clase de problema. Normalmente, cuando me traen a una persona con las características de su hijo, casi automáticamente diagnostico ceguera. Pero este caso es muy diferente. La visión de Sonthorn es perfecta, mejor aún que la de cualquier persona que hubiese conocido. No lo entiendo y me deja perplejo, pero es así.

—Te lo dije, madre, estoy bien —dije entre risas.

—¿Entonces a qué se debe? —preguntó padre.

—¿Hay antecedentes en su familia de ese color de ojos? —⁠indagó el hombre.

Nos fuimos inmediatamente de allí, sabedores de que no encontraríamos respuesta alguna».



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