El gran secreto by L. Ronald Hubbard

El gran secreto by L. Ronald Hubbard

autor:L. Ronald Hubbard
La lengua: eng
Format: epub
editor: Galaxy Press
publicado: 2013-09-17T23:49:55+00:00


Percibió un correteo a su alrededor, como si algo le saltara encima, arriba y abajo y después adelante y atrás a toda velocidad, como si quisiera estudiar rápidamente la situación para matarlo al fin con el mínimo esfuerzo.

La mano derecha de Ginger buscó en el muslo la empuñadura de la pistola de fuego, pero no podía doblar el brazo; la mano izquierda intentaba agarrarse a la red absurdamente y a su garganta acudió un grito de terror. Dejó de mover la mano. Reprimió el grito. Llevó la mano al cinturón y sacó el cuchillo con calculada rapidez y economía de esfuerzo. La afilada hoja comenzó a cortar las fibras fuertes de la enredadera y logró liberar la mitad del costado, después comenzó a cortar la parte que le rodeaba los tobillos. ¡Fue entonces cuando sobrevino el ataque!

Le asaltó el nauseabundo hedor del animal, más intenso que el dolor de las garras que le atravesaban la chaqueta y el costado de su cuerpo como si fueran múltiples bayonetas.

Sintió la ofensiva de las otras garras más abajo y alcanzó a ver fugazmente una imagen borrosa de aquella cosa. Tenía entre sus dedos el pelaje viscoso de la pata, faltó poco para que el zarpazo le diera en la cara.

Ginger arremetió hacia arriba con el cuchillo y sintió cómo se hendía en vano en aquella cosa. La bestia soltó un alarido y se apartó retorciéndose y llevándose el cuchillo clavado.

Hubo un breve intervalo antes del siguiente ataque, más salvaje. Ginger aprovechó el lapso para liberarse los pies de la red. Cuando la bestia volvió a arremeter, con la fuerza de un ariete capaz de romperle todas las costillas, logró arrodillarse y buscar a tientas la pistola de fuego mientras se protegía con el brazo izquierdo. No había hecho más que desenfundar la pistola cuando una veloz patada la arrojó al barro, fuera de su alcance.

Un objeto frío de metal le dio un golpe en la boca y Ginger buscó de inmediato y con avidez el mango del cuchillo incrustado en la carne. A pesar de sus dedos resbaladizos, logró retenerlo y sacarlo. Dio patadas a diestro y siniestro y después hincó el cuchillo profundamente en el cuerpo de la bestia.

La vio caer hacia atrás con una sacudida mientras una de sus garras intentaba en vano volver a atacar, pero se desplomó en el suelo. Oyó un ruido estentóreo, como si algo se estuviera desintegrando, y se apartó para intentar despejarse la vista mientras buscaba a tientas con la otra mano la pistola que sabía que estaba al pie del árbol. Tuvo la pistola en la mano antes de poder verla. Percibió que había agua en una de las pisadas que había tocado y rápidamente se limpió los ojos.

La luz era tenue, demasiado tenue para ver nada más que una masa deforme y oscura extendida en el fango, una masa que ahora no se movía. Ginger la bordeó con cautela, sin dejar de encañonarla con la pistola, buscando a tientas una linterna en el interior de su chaqueta impermeable.



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