El emisario by J. P. Lorente

El emisario by J. P. Lorente

autor:J. P. Lorente [Lorente, J. P.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2018-08-15T00:00:00+00:00


Artemis se lanzó hacia Costa con la rapidez de un felino. Pero este la detuvo con una patada en el bajo vientre. La mujer rodó por el suelo y se mantuvo en posición fetal lanzando débiles gemidos de dolor.

—Lo siento, diosa de la luna y la caza —dijo Costa acercándose a ella—. Pero te pido que te mantengas al margen. Este es un asunto personal entre el «guarro» y yo. Pronto lo entenderás. Diles a tus amigos del otro lado de la puerta que se marchen. Hay demasiado en juego y no puedo perder el tiempo.

Costa vio cómo las sombras desaparecían de la ventanilla de la puerta sin necesidad de que Artemis diese la orden. Tenía que actuar rápido, sabía que pronto una tropa bien armada irrumpiría en la habitación.

—Edwards, muchacho, ¿te duele? —le dijo conciliador sentándose a su lado, mientras tanto pudo ver que Artemis se iba recuperando poco a poco y lo miraba con los ojos encendidos por la ira—. Te puedo asegurar que más me dolió a mí el balazo que me diste en el pecho. Por no decir que mataras a mi traductor, el amable Simón, y a mis compañeros en la carretera de Robledo de Chávela. Tampoco habla a favor de ti el daño que has causado en Unoa. ¡Venga va, espabila, no tengo todo el día!

—¡Te voy a matar! —dijo Edwards con un soplo de voz.

—O yo a ti. Pero eso es indiferente ahora mismo. No te preocupes, pronto sabremos quién de los dos sobrevivirá, pero ahora mismo tienes que tomar una decisión que sumará horas, tal vez días, a tu asquerosa vida. Vayamos a lo que nos interesa ahora mismo. ¿Has oído hablar de Smith? Sospecho que es el mismo que eliminó también a tu equipo en Robledo de Chávela. Eres como un perro maltratado que corre hacia su dueño cada vez que recibe una patada en busca de una mísera caricia.

Edwards fue recuperando poco a poco el resuello. Consiguió sentarse y deslizó su cuerpo con mucha dificultad hasta apoyar la espalda en una pared.

—Están a punto de entrar, brigada. Tu tiempo se acaba. —Edwards indicó la puerta con un gesto de cabeza.

—Te equivocas. Es tu tiempo el que se acaba. Yo no tengo nada que perder. En cuanto se abra esa puerta, morirás de igual manera que asesinaste a Simón: una buena patada en la cabeza.

—No entiendo adónde quiere llegar, Costa —dijo Artemis mientras se incorporaba trabajosamente. Sus ojos verdes parecían arder como ascuas.

—Tomo atajos, simplemente eso. No tenemos tiempo de hacer seguimientos. Es más fácil contar con un buen informador. Aquí es donde entra en juego Edwards. Smith se ha interesado por él y mi instinto me dice que nos llevará a quien está detrás de todo esto.

—¿Y quién te dice que voy a colaborar contigo? —Edwards habló con profundo odio.

—Eres un soldado, con las implicaciones que ello supone. Lo vi claro cuando llegaste al CNI. Te dieron la orden de presentarte en Madrid y ni siquiera te dio tiempo a prepararte ropa de muda o darte una simple ducha.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.