El don del águila by Carlos Castaneda

El don del águila by Carlos Castaneda

autor:Carlos Castaneda [Castaneda, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Autoayuda, Ciencias sociales, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1980-12-31T16:00:00+00:00


X. EL GRUPO DE GUERREROS DEL NAGUAL

Cuando don Juan consideró que era hora de que tuviera mi primer encuentro con sus guerreros, me hizo cambiar de niveles de conciencia. En ese momento me aclaró que él no tendría nada que ver con la manera en que ellos me trataran. Me previno que si decidían golpearme, él no los iba a detener. Podían hacer lo que desearan, menos matarme. Subrayó una y otra vez que los guerreros de su grupo eran la perfecta réplica del grupo de su benefactor, salvo que algunas mujeres eran más feroces, y todos los hombres eran absolutamente poderosos y sin igual. Por tanto, mi primer encuentro con ellos podría resultar como una colisión frontal.

Yo, por una parte, me hallaba nervioso y aprensivo, pero, por otra, curioso. Mi mente se abrumaba con infinitas especulaciones, la mayor parte de ellas sobre cómo serían los guerreros.

Don Juan me dijo que él tenía dos opciones, una era la posibilidad de enseñarme a memorizar un elaborado ritual, como habían hecho con él, y la otra era hacer el encuentro lo más casual posible. Esperó un augurio que le señalara qué alternativa tomar. Su benefactor había hecho algo semejante, sólo que había insistido en que don Juan aprendiera el ritual antes de que el augurio se presentara. Cuando don Juan le reveló sus ilusiones de dormir con cuatro mujeres, su benefactor lo interpretó como el augurio, dejó a un lado el ritual y ter minó negociando por la vida de don Juan.

En mi caso, don Juan quería un augurio antes de enseñarme el ritual. El augurio llego cuando don Juan y yo viajábamos por un pueblo fronterizo en Arizona y un policía me detuvo. El policía creía que yo era un extranjero sin documentación. Sólo hasta que le mostré mi pasaporte, que él supuso falsificado, y otros documentos, me dejó ir. A don Juan, que estuvo junto a mí en el asiento delantero, el policía ni siquiera lo miró. Se había concentrado absolutamente en mí. Don Juan consideró que ese incidente era el augurio que esperaba. Lo interpretó como algo que señalaba lo peligroso que resultaría si yo llamaba la atención, y concluyó que mi mundo debía de ser de la máxima simplicidad y candor: toda pompa y rituales elaborados estarían fuera de carácter. Concedió, sin embargo, que sería adecuada una mínima observación de patrones ritualistas cuando me presentara a sus guerreros. Tenía que empezar aproximándome a ellos desde el Sur, porque ésa es la dirección que el poder sigue en su flujo incesante. La fuerza vital fluye hacia nosotros desde el Sur, y nos abandona fluyendo hacia el Norte.

Me dijo que la única entrada al mundo del nagual era a través del Sur, y que el portal se hallaba custodiado por dos guerreras, quienes tendrían que saludar me y dejarme pasar si así lo decidían.

Me llevó a un pueblo del centro de México. Caminamos a una casa en el campo y cuando nos acercábamos a ella desde el Sur, vi a dos indias macizas, de pie, enfrentándose la una a la otra a un metro de distancia.



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