El Corazón Condenado (Hellraiser) by Clive Barker

El Corazón Condenado (Hellraiser) by Clive Barker

autor:Clive Barker
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Terror
publicado: 2010-01-03T12:01:18+00:00


2

El hombre de corbata blanca no perdió el tiempo. Casi tan pronto como puso sus ojos en Julia, se le acercó. Mientras se aproximaba, ella decidió que no era el apropiado. Demasiado corpulento, demasiado seguro de si mismo. Después del modo en que había luchado el primero, estaba convencida de que debía elegirlos con cuidado. Por eso, cuando corbata blanca le pregunto que estaba bebiendo, le dijo que la dejara en paz.

Aparentemente, estaba acostumbrado al rechazo; se lo tomó con toda calma, replegándose a la barra. Ella continuó bebiendo.

Hoy estaba lloviendo con fuerza -hacia setenta y dos horas que llovía en forma intermitente-y había menos clientes que la semana anterior.

Entraron una o dos ratas empapadas, pero ninguno la miro por más de unos instantes. Y el tiempo seguía corriendo. Ya eran más de las dos. No iba a arriesgarse a que la llegada de Rory volviera a sorprenderla. Apuro el vaso y decidió que hoy no era el día de suerte de Frank. Después abandonó el bar, salió al diluvio, abrió el paraguas y se dirigió al auto. Mientras caminaba, oyó pasos detrás, y entonces corbata blanca apareció a su lado y le dijo:

–Mi hotel está cerca.

–Ah… -dijo ella, y siguió caminando. Pero no iba a ser tan fácil quitárselo de encima.

–Me quedare aquí solo dos días -dijo él.

No me tientes, pensó ella.

–Lo único que busco es un poco de compañía…-continuo él-. No he hablado con nadie, ni una sola persona.

–¿De veras?

La tomo de la muñeca. Se la apretó tan fuerte que Julia estuvo a punto de lanzar un grito. Fue entonces cuando supo que iba a tener que matarlo. Le dio la impresión de que el hombre veía ese deseo en sus ojos.

–¿Mi hotel? – dijo él.

–No me gustan mucho los hoteles. Son muy impersonales.

–¿Tienes una idea mejor? – le dijo él.

La tenia, por supuesto.

El hombre colgó el impermeable, chorreando agua, en el perchero del vestíbulo y ella le ofreció un trago, que él acepto de buena gana. Se llamaba Patrick y era de Newcastle.

–Vine por negocios. Parece que no puedo lograr gran cosa.

–¿Por qué?

Se encogió de hombros.

–Soy mal vendedor, probablemente. Así de sencillo.

–¿Qué vendes? – le preguntó ella.

–¿Qué te importa? – replico él, cortante.

Julia sonrió. Tendría que llevarlo arriba rápidamente, antes de que empezara a gustarle su compañía.

–¿Qué tal si vamos a lo nuestro? – dijo ella. Era una frase trillada, pero fue lo primero que le vino a la boca. Él apuro el resto de la bebida de un sorbo y fue adonde ella lo llevaba.

Esta vez, Julia no había dejado la puerta entreabierta. Estaba con llave, cosa que a él lo intrigó francamente.

–Después de ti -dijo el hombre cuando se abrió la puerta.

Ella entró primero. Él la siguió. Julia había decidido que esta vez nadie se quitaría la ropa. Si se podían extraer nutrientes de las ropas, que así fuera, no se iba a arriesgar a que el hombre advirtiera que no estaban solos en el dormitorio.

–¿Vamos a coger en el suelo? – preguntó él en tono despreocupado.



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