El cazador by Tana French

autor:Tana French [French, Tana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2024-03-05T00:00:00+00:00

* * *

Cal tarda mucho en llegar a casa. La adrenalina ya ha dejado de fluir y le ha dejado las extremidades pesadas y torpes, como sacos de arena mojados. La luna se ha hundido detrás de las montañas y la noche es oscura y asfixiante. Cuando dobla la última curva y aparece su casa, ve que las ventanas del dormitorio están iluminadas, pequeñas y valientes contra el trasfondo oscuro de las montañas.

Cal se queda inmóvil entre las polillas y los crujidos, apoyando ambas manos contra el murete de uno de los lados de la carretera y devanándose los sesos sobre de qué intruso puede tratarse y de dónde va a sacar las fuerzas para librarse de él. El muslo y la frente le palpitan del dolor. Por un instante, sopesa la posibilidad de tenderse en el suelo, echarse a dormir bajo un seto y esperar a la mañana siguiente para ocuparse de la situación.

Entonces ve una figura cruzar por delante de la ventana. Incluso a esa distancia, Cal reconoce a Lena, por la línea de la espalda y por el brillo móvil de la luz de la lámpara sobre su cabello claro. Respira hondo. Se endereza y comienza a bajar por la carretera oscura, rumbo a su casa. Sus pies —dos sacos de arena, viejos y enormes— se hunden en varios socavones.

Los perros alertan de su llegada con tanta anticipación que Lena ya está en la puerta para recibirlo. Va descalza y la casa huele a té y a tostadas. Lleva un buen rato esperándolo.

—Hola —dice Cal.

Lena alza las cejas y coloca a Cal bajo la luz para examinarle el rostro.

—Johnny, ¿no? —le pregunta.

—Él tiene mucha peor pinta.

—Eso está bien —dice Lena. Le gira la cabeza a un lado y al otro para evaluar los daños—. Al llegar a casa, Dessie le contó a Noreen que Trey se había presentado en el pub y Noreen vino a verme tan rápido que dejó huellas de frenada. Así que pensé en venir a ver cómo habías reaccionado. Acerté, más o menos.

Cal le aparta la mano de la mejilla y la envuelve en sus brazos. Se queda en esa posición un buen rato, con la cabeza apretada contra la calidez que desprende su cabello, sintiendo el latido rítmico de su corazón contra el pecho y la fuerza de sus manos en la espalda.

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