El Angel Mas Tonto Del Mundo(c.1) by Christopher Moore

El Angel Mas Tonto Del Mundo(c.1) by Christopher Moore

autor:Christopher Moore
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Satírica-Humor
publicado: 2011-03-21T23:00:00+00:00


A Kendra, la Nena Guerrera de Allende la Frontera, maestra de combate de la arena de aceite hirviendo, asesina de monstruos, perdición de mutantes, azote de los piratas de arena, protectora de sangre del pueblo termita —hormigueros siete a doce—, le gustaba el queso. Así ocurrió que, en ese vigésimo tercer día de diciembre, con sus tallarines húmedos y congelados en el colador, alzó su musculoso brazo al cielo e invocó la ira de todas las furias sobre su poder superior, Nigoth, el dios gusano, por haber permitido que se olvidara la mozzarella en la caja del súper. Pero los dioses no se implican en los asuntos de la lasaña, así que el cielo no estalló envuelto en fuego vengativo (al menos por lo que se podía ver desde la ventana de la cocina) para incinerar al miserable dios que osara abandonarla en su hora más necesitada de queso. No pasó nada en absoluto.

—¡La maldición caiga sobre ti, Nigoth! Si mi acero no estuviese quebrado, te seguiría hasta los confines de la frontera y daría cuenta de tus mil y una cuencas oculares solo para asegurarme de dar con tu favorita. Y entonces se las daría de comer crudas a los más nefandos.

Entonces sonó el teléfono.

—Digaaa —canturreó Molly con dulzura.

—¿Molly? —dijo Lena—. Parece que estás sin aliento. ¿Te encuentras bien?

—Rápido, piensa en algo —dijo el narrador—. No le digas lo que estabas haciendo.

El narrador había permanecido con Molly casi todo el tiempo durante los dos últimos días. Era toda una molestia, salvo cuando recordó cuánto orégano y tomillo llevaba la salsa de tomate. No obstante, ella sabía que su presencia implicaba que tenía que volver a tomarse los medicamentos lo antes posible.

—Oh, sí, estoy bien, Lena. Solo estaba preparando unos panecillos. Ya sabes, está nublado, se acerca una tormenta, Theo es un mutante... Pensé que debía hacer algo para animarme.

Hubo un largo silencio al otro lado de la línea y Molly se preguntó si había sonado convincente.

—Absolutamente convincente —dijo el narrador—. Si no estuviese aquí, juraría que todavía estarías haciéndolo.

—¡No estás aquí! —gritó Molly,

—¿Perdona? —dijo Lena—. Molly, puedo llamar más tarde si te he pillado en mal momento.

—Oh, no, no, no. Estoy bien. Solo hacía un poco de lasagna

—Nunca oí que lo llamaran así.

—Es para la fiesta.

—Ah, vale. ¿Y cómo te va?

—Se me olvidó la mozzarella. La pagué, pero se me olvidó en la caja. —Miró los tres cartones de ricota que había dejado sobre la mesa y que estaban riéndose de ella. Qué petulantes podían llegar a ser los quesos suaves.

—Iré allí y te los llevaré.

—¡No! —Molly sintió una sacudida de adrenalina ante la idea de tener que pasar por una larga sesión de amistad con Lena. Las cosas se estaban volviendo borrosas entre Pine Cove y la frontera—. Quiero decir que está bien. Yo lo haré. Me encanta el queso, quiero decir comprar queso.

Molly oyó cómo sorbía por la nariz al otro lado de la línea.

—Mol, de verdad necesito ayudarte con la jodida lasaña, ¿vale? De verdad.

—Vaya, parece tan chiflada como tú —dijo el narrador.



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