El amante italiano by Tara Pammi

El amante italiano by Tara Pammi

autor:Tara Pammi
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2019-04-05T22:00:00+00:00


Capítulo 10

CON LA camisa ya desabrochada, el pelo revuelto por sus caricias y los vaqueros ligeramente caídos, Raphael era una fantasía erótica hecha realidad. Pero eso no estremeció tanto a Pia como su penetrante mirada.

Sus ojos estaban cargados de deseo, preguntas y desafíos. Eran exactamente como él, una combinación asombrosa de ternura y carácter implacable. Eran directos, contundentes, sin sombra o subterfugio de ninguna clase. Y miraban su cuello, sus desnudas piernas y su cara con toda la pasión de la que era capaz.

–¿No vas a decir nada, cara mia?

Pia sintió que se le doblaban las rodillas. La cercanía de Raphael y el hambre que llevaba escrito en su rostro resultaban más elocuentes que todas las palabras que hubiera podido pronunciar. No se parecía a ninguna de sus experiencias anteriores. En unos pocos momentos, le había dado mucho más que Frank en todos sus meses de relación.

–Te conozco, Raphael. Y te deseo –dijo sin más.

El la alzó en vilo con un movimiento seco, demostrando que estaba haciendo esfuerzos por no perder el control. Ella le pasó los brazos alrededor del cuello y le acarició suavemente la nuca, ansiosa por explorarlo. Su corazón latía con desenfreno, pero se relajó un poco al notar que a él le pasaba lo mismo.

Luego, Raphael cruzó la sala, entró en el enorme dormitorio principal y la tumbó en una cama de sábanas grises. Toda la decoración era intensamente masculina, aunque dejó de prestarle atención cuando él se quitó la camisa y la dejó caer.

Sus anchos hombros y su piel morena la provocaron tanto como el fino vello que descendía por su pecho y se estrechaba en su abdomen. En su excitación, Pia cruzó y descruzó las piernas, nerviosa. Estaba loca por sentir la prueba indiscutible de su deseo, claramente visible bajo la tela de sus pantalones.

–¿Qué sientes al mirarme?

En lugar de responder, Pia lo miró a los ojos y llevó las manos al botón de los vaqueros, dispuesta a desabrochárselos y a tocar lo que anhelaba. Pero, justo entonces, él le separó las piernas sin contemplaciones y se arrodilló entre ellas.

–¿Qué sientes cuando miras mi erección?

Ella tragó saliva y acarició su pecho.

–Por favor, Raphael. No tengo fuerzas para hablar. No puedo...

Él se inclinó y la besó salvajemente, devorándola. Era como si le robara una parte de sí misma cada vez que asaltaba su boca. Y estaba encantada de que se la robara.

–Lo siento, pero no soy capaz de expresarlo con palabras –añadió.

–No lo sientas –dijo él, mirándola con intensidad–. No te disculpes nunca por ser como eres. No conmigo. Nunca conmigo. Te lo prohíbo.

Su seriedad le arrancó una sonrisa. ¿Cómo podía ser tan arrogante?

–Me siento insegura, Raphael. Tengo entendido que a los hombres les gustan las mujeres atrevidas, y yo no lo soy.

–No sé lo que habrás oído por ahí ni las conclusiones a las que habrás llegado –dijo él, llevando las manos a su camisa–. Pero, por lo que sé de ti, estoy seguro de que deseas que haga lo que estoy a punto de hacer.



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