El adversario by David García de Bustamante

El adversario by David García de Bustamante

autor:David García de Bustamante
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
publicado: 2016-07-13T22:00:00+00:00


Capítulo sexto

Lo que le da su valor a una taza de barro,

es el espacio vacío entre sus paredes.

Lao-Tse

Me duele la piel horriblemente. La lucha con el ángel guardián me ha debilitado mucho más de lo que pensaba. Puedo sentir el viento del otoño que sopla con fuerza a través de las ruinas. Tengo en mi mano derecha el alma de la anciana que encontré en el hospital. No tuve más que acercarme, observarla y esperar a que alguien la reclamara. Atreo me habló de ella, dijo que me llevaría hasta uno de mis hermanos. Es cierto que no me contó a qué tipo de hermano se refería, pero di por supuesto que mi contacto sería un caído. Poco importa eso ahora. Ha resultado ser un fracaso, nada sabe de Pentranímedes ni del resto de los desaparecidos. Si esos bastardos hubieran encontrado un camino de vuelta estoy seguro de que el guardián sabría algo de ello, pero entonces, ¿para qué me ha llevado Atreo hasta él? No sólo no me ha servido para avanzar en mi búsqueda sino que me plantea nuevas cuestiones. Como poco, he conseguido abrirle los ojos a ese guardián. Lo he condenado a buscar una salida que quizás no exista. Ha desaparecido con una mueca de horror en su cara. No me extrañaría que la locura se apoderara de él para siempre. ¿Por qué lo he hecho? No lo sé. Quizás haya sido por envidia, o por hastío. ¿Quién sabe? Quizás esté escrito en mi naturaleza corrupta. Quizás no haya dejado de ser nunca un peón de los deseos de mi Padre. La infalibilidad de la que presume me lleva a pensar que éste no haya sido más que otro de los planes dentro de planes que teje incombustible. Así es Él. El arquitecto supremo de todas las cosas. La última voluntad detrás de la existencia. ¿O acaso un invento humano que ha trascendido la realidad? No puedo saberlo con seguridad. Hubo quién dijo que si Dios no existiera, habría que inventarlo. Un siglo después la réplica fue contundente: no sólo Dios no existe, sino que si existiera, habría que destruirlo. Sonrío de mala gana al recordar las palabras de aquel soñador.

Veo en la calle, a través de los muros en ruinas del edificio abandonado, las ramas de los álamos que bailan en el aire. Me encuentro en un callejón sin salida, y todo por escuchar a Liliana. Aún mantengo en mi poder el alma de Aurora, pero no tengo claro qué provecho puedo sacar de ella. La miro. Mi amor hacia la humanidad reside en un rincón olvidado de mi corazón, pero, aún con todo, encuentro lamentable que por poco valor que tenga su alma, se vea condenada a la soledad del infierno. Ha seguido al pie de la letra las leyes de mi Padre para nada. Leyes que los propios hombres han transformado a su gusto ante la indiferencia divina. Ha pasado por la vida pendiente de la oración, de cumplir con unas normas que se han vuelto contra ella.



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