El abrazo de la venganza by Yashmina Shawki

El abrazo de la venganza by Yashmina Shawki

autor:Yashmina Shawki [Shawki, Yashmina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-15T00:00:00+00:00


* * *

Un tigre herido no hubiera salido del hospital con tanta rabia como él. Estaba furioso y sabía que ese sentimiento era todo lo contrario a lo que necesitaba en un momento como aquel. Tenía que recuperar la calma y mantener la cabeza fría. Debía reflexionar sobre lo sucedido y pensar cómo actuar. Avanzó con rapidez por el aparcamiento, siempre buscando el amparo de la oscuridad. Había salido por la puerta por la que los coches fúnebres recogían los cadáveres confiando en que, si había alguien vigilando el centro, lo cual era más que probable, no se diera cuenta de la sombra que se desplazaba pegada a la pared. Al girar en la esquina había una farola que podía delatarle, así que se agachó para esquivar el cono de luz. Siguió caminando a gran velocidad durante casi un kilómetro. Cuando estuvo seguro de que nadie le seguía ni a pie ni en ningún vehículo se adentró en un callejón oscuro y se subió a una moto de gran cilindrada tras ponerse el casco que había dejado sujeto al manillar con una cadena. Arrancó el vehículo sorprendentemente silencioso y se lanzó a toda velocidad por las calles de la ciudad. Dio un largo rodeo para aliviar la tensión. Necesitaba aplacar la ira sintiendo el aire frío contra su cuerpo y quemando kilómetros sobre el asfalto casi vacío a esas horas de la noche.

Condujo casi de manera mecánica sin darse cuenta de cuándo frenaba delante de un semáforo o cuándo se apartaba de una vía para introducirse en otra. Por fin, redujo la velocidad antes de detenerse cerca de su objetivo: un edificio de oficinas en una de las calles transversales de la Castellana. Aparcó la moto en un lugar resguardado de las miradas curiosas y los amantes de lo ajeno. Caminó apoyado ocultándose en las sombras que proyectaban los edificios hasta llegar a su destino. Antes de extender la mano para empujar la puerta, alguien la abrió desde el interior. Era el vigilante de noche. Llevaba un uniforme de portero, pero al verle le saludó al modo militar. Se miraron en silencio, no intercambiaron ni una palabra.

El portal era grande, casi ostentoso, como correspondía a un edificio construido a principios de los años setenta para albergar a la élite económica del país. Abundaban el mármol negro veteado y las maderas nobles sobre las que las luces indirectas proyectaban sombras siniestras. En los laterales sobrevivían, más mal que bien, algunas plantas que de estar en su hábitat natural serían exuberantes, pero que en su emplazamiento actual languidecían por falta de luz y exceso de riego. Subió los cinco escalones que lo separaban de la zona de ascensores para después adentrarse en el de la izquierda. Pulsó un botón y la puerta se cerró. Intentó calmarse mientras la cabina iba ascendiendo. Cuando se abrieron las puertas su humor había cambiado. En su mirada había una sombra que no presagiaba nada bueno, pero al menos había logrado contener la rabia, o eso creía. En la planta había tres puertas.



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