Eifelheim by Michael F. Flynn

Eifelheim by Michael F. Flynn

autor:Michael F. Flynn [Flynn, Michael F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2008-02-23T05:00:00+00:00


XV

MARZO DE 1349

Hora sexta, Miércoles de Ceniza A su regreso, Dietrich pasó por los campos de primavera y se sorprendió de ver a siervos y arrendatarios enfrascados en sus labores. Algunos lo saludaron, otros se apoyaron en sus palas y lo miraron. Herwyg el Tuerto, que trabajaba un surco cerca del camino, le pidió que bendijera su sembrado, cosa que Dietrich hizo al punto.

—¿Qué noticias hay de los krenken? —le preguntó a su arrendatario. De la aldea llegaban sonidos de mazas y el olor de pan fresco en el horno.

—Nada desde antes de ayer, cuando silenciaron a algunos. La mayoría se esconde en la iglesia. —Herwyg se echó a reír—. Supongo que ese monje predicador duele menos que una paliza.

—¿Entonces no se ha hecho nada con los krenken que partieron con el Herr?

El Tuerto se encogió de hombros.

—No han regresado.

Dietrich cabalgó hasta Santa Catalina, donde encontró a un puñado de krenken repartidos de forma desigual por la nave. Algunos estaban de pie, otros en su postura agachada característica. Tres colgaban de las vigas. Joachim estaba en el púlpito mientras un krenk de aspecto fornido con un arnés de cabeza traducía para aquellos que carecían de uno.

—¿Dónde está Hans? —preguntó Dietrich en medio del silencio que saludó su entrada.

Joachim negó con la cabeza.

—No lo he visto desde que partió el ejercito.

Uno de los krenken agachados zumbó y el fornido dijo a través del mikrophone:

—Beatice pregunta si Hans vive. Es un asunto importante para ella —añadió con la sonrisa krenk.

—Su banda actuó con valentía en el conflicto —le dijo Dietrich—. Solo uno murió y Hans lo vengó de un modo cristiano. Por favor, discúlpame, he de encontrarlo.

Se había dado ya la vuelta cuando Joachim lo llamó.

—¡Dietrich!

—¿Qué?

—¿Cuál de ellos murió?

—El llamado Gerd.

Este anuncio, cuando se tradujo, causó gran cantidad de chasquidos y zumbidos. Un krenk empezó a agitar los brazos violenta y repetidamente. Otros trataron de llamarlo de manera rápida y tentativa, como si le tocaran en el hombro para requerir su atención. También Joachim bajó del púlpito e imitó el gesto krenk.

—Benditos los que lloran —le oyó decir Dietrich—, pues ellos serán consolados. La pena dura un momento, pero la dicha es dicha eterna en presencia de Dios.

Una vez fuera, Dietrich volvió a montar y se hizo con las riendas.

—Vamos pues, hermana yegua, he de pedir tu servicio una vez más.

Tras espolear al animal en las costillas, cabalgó hacia el Bosque Grande, levantando terrones de barro del camino empapado del valle del Oso.

Encontró a Hans en el navío krenk. Los cuatro krenken supervivientes estaban apretujados en una habitacioncita llena de cajas de metal, en el nivel inferior. Las paredes de la habitación estaban chamuscadas, y no era extraño. Cada caja tenía filas de pequeñas ventanas recubiertas de cristal, dentro de las cuales ardían unas pequeñas hogueras: rojo brillante, azul oscuro. Algunas cambiaron de color mientras Dietrich observaba. Otras ventanas eran oscuras y las cajas estaban chamuscadas por los incendios que había causado el naufragio del navío. Una caja estaba completamente arruinada, los



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