Dresde by Sinclair McKay

Dresde by Sinclair McKay

autor:Sinclair McKay [McKay, Sinclair]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Afortunadamente, estaban lejos del crudo espectáculo de pánico que ofrecían otros refugiados, en especial los que se habían puesto a cubierto bajo la estación central de ferrocarril. Esta en sí no había sido señalada como un blanco; se hallaba a una calle o dos fuera del radio de las bengalas ardientes y chispeantes, pero la geometría del ataque, la complejidad de los cálculos orientados a garantizar un máximo impacto, se traducía en que las bombas de demolición e incendiarias ocasionaban la destrucción en una zona cada vez más amplia. Quienes se hallaban en los sonoros túneles de la estación empezaban a sentir el pleno efecto del ataque atroz de los aliados.

Junto a un andén, había un tren listo para partir por los rieles plateados hacia la noche occidental; los pasajeros que se habían apresurado a subir eran objetivos fáciles bajo el vasto techo con bóvedas de cristal. Las escaleras que bajaban a la terminal y los túneles ya estaban atestadas; cuando, entre detonaciones demoledoras, el huracán de vidrio sobrecalentado del techo se combinó con las llamaradas abrasadoras de los andenes y los rellanos, el pánico creó una estampida desde ahí que se transmitió hasta aplastar a los de abajo. Las personas que estaban al pie de la escalera sufrieron el peso asfixiante y letal de docenas de cuerpos, mientras que las de arriba acabaron quemadas, desfiguradas y despedazadas por la metralla. Los gritos eran inútiles, o los testigos no los recordaban. De alguna manera, mientras la gente aterrorizada se rendía a sus instintos, en los túneles del refugio los guardias ferroviarios pudieron mantener la calma entre otros pasajeros.

La mayoría de los explosivos caían en las calles situadas al norte de la estación. El hotel cercano frecuentado por la vil burocracia de la Gestapo —el Continental— había sido atravesado por una de esas bombas. Pronto las incendiarias empezaron a roer sus entrañas inflamables: muebles de madera, telas. No obstante, en otros dos reductos nazis, las defensas aguantaban. Debajo del Albertinum había un refugio que servía de base para los cuerpos de seguridad de la ciudad: los bomberos y la policía. El gauleiter Martin Mutschmann no estaba allí ni en los elegantes refugios construidos debajo del palacio Taschenberg, unos ochocientos metros al oeste. Tal vez se quedó en el refugio privado construido debajo de su residencia expropiada. Al parecer, nadie lo echó de menos.

Con todo, había otros oficiales nazis a la vista. En los sótanos del palacio Taschenberg, el soldado Lothar Rolf Luhm y su camarada Günther Tschernik observaban a los «burgueses bien alimentados de uniforme marrón», que parecían estar en contacto por radio con otros nazis de la ciudad[310]. Pero al cabo de diez minutos de sacudidas rítmicas, era obvio que estaban tan indefensos como sus conciudadanos, si bien mejor aislados. El impacto de las detonaciones podía sentirse, pero el sótano parecía seguro. La principal causa de ansiedad estaba clara: la idea de que arriba se declarase un incendio y que las llamas se apoderasen del palacio y creasen un infierno justo encima de sus cabezas, bloqueando las salidas.



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