Diario de un yuppie by Louis Auchincloss

Diario de un yuppie by Louis Auchincloss

autor:Louis Auchincloss [Auchincloss, Louis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1986-04-15T00:00:00+00:00


* * *

Esa noche, en el taxi que nos llevaba a la reunión, Mrs. Sands me habló de nuestra anfitriona. Mrs. Low, cuya procedencia social, como la de Odette de Swann, era más que oscura, casi insondable, había comenzado siendo una mantenida y luego se había casado tres veces. La primera, con el propietario de un restaurante; la segunda, con un contratista de Brooklyn; y por último —ya dos veces viuda—, con el viejo Sydney Low, el de los ferrocarriles. Era una mujer de una enorme vitalidad, y había administrado la fortuna que le legara su tercer marido con una inteligencia, como alguien dijo, «no obnubilada por los tradicionales prejuicios de los americanos cuando se trata de gastar una fortuna habida mediante el sudor, la herencia o el matrimonio». Según Sylvia, Ethelinda Low se había ganado el respeto, y hasta la admiración, de la sociedad neoyorquina.

Nuestra anfitriona estaba de pie en la entrada del salón, donde recibía ceremoniosamente a los invitados. Nada en la apariencia de Mrs. Low permitía adivinar sus comienzos; de pelo gris y tez cetrina, era muy alta, muy erguida, y tenía los ojos azules más serenos que he visto en mi vida. La juvenil alegría de la que seguramente hizo gala en otros tiempos era ahora una respetabilidad poco menos que imponente. Con todo, no me dio la impresión de ser una persona que quisiera aparentar otra cosa que lo que evidentemente era: una mujer experimentada, rica, sensata y muy realista. Tiempo después me enteraría de que tenía subyugados a sus hijastros y a los hijos de éstos; la visitaban para rendirle pleitesía y escuchar sus sermones cuando habían hecho alguna tontería, o para recibir su aprobación por su buen comportamiento, tal como hacían los descendientes de Luis XIV con la esposa morganática de éste, la tremenda Madame de Maintenon.

Mrs. Low esperó a que Sylvia, después de saludarla con un beso, se alejara, y entonces se dirigió a mí, muy seria y sin rodeos:

—Es muy raro que Sylvia me pregunte si puede traer a un invitado. Debe usted sentirse halagado.

—¡Lo estoy!

—Espero que sea usted tan bueno como aparenta, porque quiero alguien que sea bueno y agradable para Sylvia. Ésa chica lo ha pasado muy mal y se merece un príncipe encantador.

—Bueno, no tengo derecho a ese título…

—¿Pero se considera encantador? ¡Un tipo presumido! Bueno, nos conformaremos con el encanto. Pero no lo olvide, si no trata bien a Sylvia tendrá que vérselas conmigo.

—¿Tan adulador le parezco, Mrs. Low?

—¡Al contrario, parece un ángel! Y eso es lo que me preocupa. Además, Sylvia me ha contado que se ha separado de su esposa.

—En realidad es ella quien me ha dejado. Y no lo ha hecho por otro hombre, lo que me hace pensar que para ella yo era insoportable.

—¡Querido, qué le habrá hecho usted! Pero ya me lo contará durante la cena; le he sentado a mi lado —concluyó, y mientras yo la miraba aturdido, se volvió para saludar a otro de los invitados.

Sylvia iba de dama en



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