Días de amor y lluvia by Jill Shalvis

Días de amor y lluvia by Jill Shalvis

autor:Jill Shalvis [Shalvis, Jill]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


* * *

La bodega siempre quedaba en calma cuando terminaba la jornada laboral. Era uno de los momentos favoritos de Lanie para pasear por la finca. Todo era tranquilo, majestuoso, hermoso.

Aquella noche recorrió el camino hasta el final de las cabañas, pasó por delante de la casa principal y llegó hasta el granero donde estaban apoyadas las bodyboards que habían utilizado Mark y ella. Vio solo una y vaciló.

«No lo hagas».

Pero lo hizo. Tomó la tabla y fue a cambiarse a su cabaña. Después, subió al coche y se puso en camino.

Había vivido en Santa Bárbara durante los últimos diez años, pero se había criado en Morro Bay, a solo veinticinco kilómetros de allí, donde vivían sus padres. Siempre se había sentido más cómoda en la playa, en cualquier playa, que en ningún otro sitio, con la arena húmeda entre los dedos de los pies.

Cuando bajó del coche estaba poniéndose el sol. Se quitó la sudadera y los pantalones cortos y se quedó en traje de baño. Buscó una figura entre las olas y la vio. Era la silueta de un hombre que nadaba entre las olas mientras el sol se hundía en el horizonte.

Entró al agua y fue a reunirse con él. Mark la vio y sus miradas se quedaron atrapadas.

Ella esperó, conteniendo la respiración. Entonces, Mark sonrió y le hizo un gesto para que se acercara más rápidamente, y ella le devolvió la sonrisa.

Pasaron la hora siguiente bañándose, nadando y surfeando. No hablaron, solo intercambiaron miradas y algunas carcajadas cuando alguien se caía de la tabla. Pero hubo agarrones, lucha, pataleos y mucho contacto.

Fue muy divertido.

Al final, salieron del agua y se tendieron sin aliento en la toalla de Mark. Lanie nunca se había sentido tan viva, y se preguntó si, aquella noche, él tendría preservativos…

—No deberías surfear sola —le dijo él.

—Tú lo haces —replicó ella—. Además, yo no estaba sola.

Él cabeceó y, con delicadeza, le apartó el pelo mojado de la cara.

—No me gusta pensar en que puedas estar aquí sola.

—Se me da bien estar sola —dijo ella, pero atrapó su mano para que siguiera acariciándole la cara.

—Pero eso es lo que quiero decir —respondió Mark—. Que aquí no tienes por qué estar sola. Tienes a mucha gente… Mia, Alyssa, River, mi madre…, todo el mundo. Les caes muy bien a todos, Lanie. Te tienen cariño.

Él no se había incluido, pero no importaba, porque ella sabía que a él también le gustaba. Y mucho. Aunque no quería pensarlo, porque, entonces, no podría controlar sus emociones.

Posó una mano sobre su pecho para sentir los latidos de su corazón. Dios, era una tonta por sentirse tan feliz con él, pero era demasiado fácil volver al único lugar que, aparentemente, funcionaba para los dos.

Se besaron.

A Mark se le daba muy bien transmitir lo que pensaba a través de sus actos, y ella intentó hacer lo mismo, transmitiéndole con su beso lo mucho que significaba estar con él aquella noche.

«Pero acuérdate de que no puedes enamorarte de él…».

Él le acarició la espalda y le provocó una avalancha de escalofríos.



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