Cuentos completos 2 by Isak Dinesen

autor:Isak Dinesen
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España

Querida, adorada señora:

Llamáis seductor a un artista y no os dais cuenta de que le estáis haciendo el mayor cumplido. La entera actitud del artista hacia el Universo es la de un seductor.

Pues, ¿qué significa la seducción sino la capacidad para lograr con infinita dificultad, paciencia y perseverancia, que el objeto en que uno concentra su mente manifieste, voluntariamente y embelesado, su verdadero corazón y esencia? ¿Sí, y que llegue, en el proceso, a una belleza mayor de la que nunca, en ninguna otra circunstancia, podría haber alcanzado? Yo he seducido a un viejo puchero de barro y a dos limones hasta hacer que me rindieran su ser más íntimo, fueran míos y, en ese mismo instante, se convirtieran en fenómenos de irresistible hermosura y deleite.

Pero, sobre todo, ser seducida es el privilegio de la mujer, que bien puede envidiarle el hombre. ¿Qué sería de vosotras, mis tan altivas damas, si no reconocierais al seductor en todo hombre al alcance de las ráfagas de vuestras enaguas? Pues por muy admirable que sea, la mujer que no despierta en el hombre el instinto del seductor es como el caballo del Caballero de Kerguelen, que reunía todas las buenas cualidades del mundo, pero estaba muerto. ¿Y qué pobres e indignas criaturas no seríamos los hombres si no nos esforzáramos por arrancarle, como el violinista con el arco sobre las cuerdas, toda su abundancia y virtud al instrumento que está en nuestras manos?

Pero no imaginéis, sabia y sagaz Mamá, que el arte de seductor debe reportarle el mismo trofeo en cada lance particular. Hay mujeres que ofrecen la plenitud de su condición de tales en una sonrisa, una mirada de reojo o un vals, y otras que la ofrecerán en sus lágrimas. Yo puedo beberme una botella de vino del Rhin de un trago y hasta la última gota, pero doy sorbos a un solo vaso de fine, y raras son las cosechas de las que no apetezco más que el bouquet. El seductor honrado y leal, cuando haya obtenido la sonrisa, la mirada de reojo, el vals o las lágrimas, se descubrirá ante la dama, lleno su corazón de gratitud, y temerá tan sólo una cosa: poder volverla a encontrar.

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