Cuentos, 4 by Hermann Hesse

Cuentos, 4 by Hermann Hesse

autor:Hermann Hesse [Hesse, Hermann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Didáctico, Filosófico
editor: ePubLibre
publicado: 1973-04-23T05:00:00+00:00


(1920)

Trágico

Cuando al redactor jefe le anunciaron que el cajista Johannes estaba esperando desde hacía una hora en la antesala y no había manera de hacerle desistir o de que aplazase la visita, aquél asintió con una sonrisa algo melancólica y resignada y giró sobre su redonda silla oficinesca para recibir al visitante, que venía hacia él con un andar suave. Sabía de antemano qué clase de asuntos traía entre manos el fiel cajista de blanca barba, sabía que era asunto irremediable, a la vez sentimental y aburrido; sabía que no podía cumplir los deseos de aquel hombre y que la única satisfacción que podía proporcionarle era escucharle con talante cortés. Y como por otra parte el peticionario —un escritor que había colaborado muchos años en el periódico— no sólo era persona simpática y respetable, sino también un hombre culto, que en el período premoderno había sido escritor muy apreciado, casi famoso, el redactor experimentaba en sus visitas, que tenían lugar una o dos veces por año, siempre con el mismo tema y el mismo resultado —más malo que bueno— un sentimiento mezclado de compasión y de perplejidad, sentimiento que se le exacerbó en fuerte malestar cuando el visitante entró calladamente y con toda cortesía cerró tras de sí la puerta sin producir el menor ruido.

—Siéntese, Johannes —dijo el redactor jefe en un tono estimulante (casi el mismo tono que empleara con los jóvenes literarios cuando era redactor literario y empleaba actualmente con los jóvenes políticos)—. ¿Qué tal? ¿Trae alguna queja?

Johannes le miró tímido y triste con sus ojillos cercados de innumerables pequeñas arrugas, ojos infantiles en el rostro de un anciano.

—Siempre el mismo cantar —contestó con voz suave y dolorida—. Y esto cada vez irá a peor, esto se hunde rápidamente. Últimamente he detectado unos síntomas alarmantes. Lo que hasta hace pocos años al lector medio le ponía los pelos de punta, hoy no sólo se lo traga el lector, en la sección de sucesos y en las páginas deportivas —por no hablar de los anuncios—, sino que se tolera en los folletines, hasta en el artículo de fondo. Estas faltas, enormidades y degeneraciones resultan hoy algo normal, algo que se ha convertido en regla incluso entre literatos de valía. Incluso en usted, señor redactor; con perdón, pero incluso en usted. Prefiero no hablar ya de esto, pero nuestro lenguaje escrito ha degenerado en una jerga del arroyo, empobrecida y miserable; aquellas formas bellas, selectas, cultas, han desaparecido; desde hace años no es posible hallar en un artículo de fondo un futuro perfecto, y nada digamos de la frase exuberante, amplia, de noble porte y ritmo elástico, un período bien desarrollado, que se recrea en su propia estructura, de bella progresión y grata musicalidad. Todo ha desaparecido. Al igual que en Borneo y en todas aquellas islas han exterminado el ave del paraíso, el elefante y el tigre real, ellos han destruido y aniquilado todas las frases bien torneadas, todas las inversiones, todos los juegos y matices delicados de nuestra bienamada lengua.



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