Creer by Javier de Frutos

Creer by Javier de Frutos

autor:Javier de Frutos [Frutos, Javier de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Suspense
publicado: 2020-04-21T22:00:00+00:00


39. Fort Detrick

Laboratorio de Seguridad Biológica. BSL 4

Instituto Médico de Enfermedades Infecciosas

del Ejército de EE. UU. Fort Detrick

810 Schreider St., Fort Detrick

MD 21702, Estados Unidos.

39° 26’ 8.304” N

77° 25’ 38.506” E

Una gota de sudor recorrió la frente del Dr. Arthur Clarke. Tenía los ojos resecos y una sensación estropajosa en la boca. Un leve temblor se había apoderado de sus manos. Aunque trataba de disimularlo, era incapaz de hacerlo desaparecer. Intentaba tranquilizarse; no estaría bien que alguien descubriera al investigador jefe del instituto siendo un cúmulo de nervios como si fuera un recién llegado.

Pero no podía evitarlo.

Sus temores no eran infundados. Conocía de primera mano lo que provocaba su inquietud. Para muchos, el mayor de los miedos es enfrentarse a lo desconocido. Para él, es hacerlo con lo que tiene entre manos. Algo que conoce muy bien. Sabe que cualquier error en su manipulación resultaría fatal.

Trabajar en el nivel cuatro del laboratorio de seguridad biológica exige ser de una pasta especial. Estaba habituado a realizar sus investigaciones con los virus más dañinos, especímenes vivos de agentes patógenos como la viruela, el ántrax y el ébola. Todas ellas enfermedades mortales altamente infecciosas. Sin embargo, la muestra que le preocupaba ahora no era como las demás. Se trataba de una variante del virus de Marburg que se propaga por el aire.

Una de las más terribles armas biológicas que los rusos habían creado en los noventa.

Ni siquiera la firma del tratado de 1972 que las prohibía expresamente les había detenido. El Dr. Clarke quiso convencerse de que aquellos eran otros tiempos. Ahora solo le quedaba la esperanza de que a nadie nunca más se le ocurriera la idea de cargar con este virus cabezas de misiles y pretender con ellos provocar una pandemia. Sin embargo, era consciente de que no existía ninguna garantía de ello. A pesar de que se suponía que se habían destruido todas las cepas susceptibles de ser usadas como arma biológica, tras el desmembramiento de la Unión Soviética, era imposible estar seguro de que ninguna de ellas hubiera acabado en las peores manos. Y por eso era tan importante lo que estaban haciendo allí, en el que fuese cerebro del programa de armas biológicas de Estados Unidos.

Clarke sabía que, aunque la Guerra Fría hubiera acabado hacía años, la lucha contra los patógenos más peligrosos de la Tierra todavía no había terminado, y él tenía un papel insustituible en esa arriesgada contienda.

No le faltaba el valor necesario para estar allí. Todo lo contrario, le sobraban agallas. Pero no era un temerario. Sabía a lo que se enfrentaba. Y por ello no paraba de recordarse a sí mismo las palabras que un día le dijera su padre: valiente no es aquel que no tiene miedo; valiente es aquel que es capaz de superarlo.

Era consciente de que, a pesar de estar a solo ochenta kilómetros de Washington DC, si algo fallaba, lo más que podrían hacer por él sería aislarle del exterior en una celda hasta que cumpliese la cuarentena y su cuerpo por sí mismo venciera la enfermedad.



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