Conversaciones con Kafka by Gustav Janouch

Conversaciones con Kafka by Gustav Janouch

autor:Gustav Janouch [Janouch, Gustav]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1951-04-22T16:00:00+00:00


Le hablé al doctor Kafka de un discurso sobre la situación actual en Rusia que había organizado la Asociación de Académicos Marxistas en la Sala Rosa de la Casa Popular Socialdemócrata de la calle Hybernská, a la que había asistido en compañía de mi padre.

Al terminar mi informe, Franz Kafka observó:

—Yo no entiendo de política. Naturalmente, se trata de un defecto que me gustaría subsanar. ¡Pero tengo tantos defectos…! Lo que me es más cercano siempre acaba huyendo más y más lejos de mí. Admiro a Max Brod, que se siente en casa incluso entre los zarzales de la política. Muchas veces se pasa un buen rato hablándome de la actualidad del momento. Le escucho igual que le he escuchado a usted ahora, y aun así… no logro entrar del todo en la cuestión.

—Quizá no me haya expresado bien…

—No me malinterprete. Se ha expresado usted bien. El defecto es mío. La guerra, la Revolución rusa y la miseria del mundo entero me parecen una marea del mal. Es una inundación. La guerra ha abierto los diques del caos. Todas las construcciones auxiliares de la existencia humana se derrumban. Los acontecimientos históricos ya no dependen del individuo, sino sólo de las masas. Estamos siendo empujados, oprimidos y eliminados. Estamos padeciendo la historia.

—Entonces, ¿quiere usted decir que el hombre ya no es copartícipe de la creación del mundo?

Kafka hizo oscilar la parte superior del cuerpo.

—Vuelve a no entenderme. Al contrario: el hombre se ha deshecho de su colaboración y responsabilidad en el mundo.

—No puede ser. ¿No ve cómo el Partido Obrero crece por momentos? ¿Y la movilización de las masas?

[Mi comentario fue un mero eco del discurso sobre la situación en Rusia y de las observaciones que mi padre había hecho posteriormente al respecto.]

—Ahí está —dijo Franz Kafka—. El movimiento hace imposible la observación. Con él nuestra conciencia se limita. Sin darnos cuenta, estamos perdiendo el conocimiento sin perder la vida.

—Entonces, ¿cree usted que los hombres se están volviendo irresponsables?

Kafka sonrió amargamente.

—Todos vivimos como si fuéramos los únicos gobernantes. Eso hace que nos convirtamos en mendigos.

—¿A dónde nos llevará eso?

Kafka se encogió de hombros y miró por la ventana.

—La respuesta a su pregunta consistiría sólo en deseos y promesas que no implican seguridad alguna.

—Pero si no hay seguridad, ¿qué es la vida?

—Es una caída violenta. Quizá sea la caída del primer hombre, el pecado original.

—¿Qué es pecado?

Kafka se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua antes de responder.

—¿Qué es pecado…? Conocemos la palabra y su uso, pero se nos ha perdido el sentimiento y la conciencia de ella. Quizás esto ya sea la Condenación, el abandono de Dios, la falta de sentido.

La entrada de mi padre interrumpió la conversación.

Al despedirnos, el doctor Kafka me dijo de repente en tono de disculpa:

—No le dé más vueltas a lo que le he dicho.

Me quedé sorprendido. Para mí, Kafka era mi profesor y confesor a la vez. Por eso le pregunté, abatido:

—¿Por qué? Si lo ha dicho todo en serio…

Kafka sonrió.

—Precisamente por eso.



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