Colegio Z: Ala Este by Ignacio Mallen

Colegio Z: Ala Este by Ignacio Mallen

autor:Ignacio Mallen [Mallen, Ignacio]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
ISBN: 11111111111111
publicado: 2013-01-31T05:00:00+00:00


00:07AM

—RECUERDA, no hagas ningún ruido o podrían oírte.

—Vale.

—Es muy importante, no sé lo que podrían hacernos.

—Sí, vale —Borja solo quería entrar de una vez.

Abel no estaba muy conforme con el plan pero no tenía opción, alguien tendría que vigilar cuando el otro estuviese dentro.

Las reglas estaban claras, Abel se quedaría en la puerta del aula 13, y si alguien se acercaba u oía algún ruido, daría un golpe a la puerta para alertar a Borja.

—Recuerda que tienes que hacerlo en la pared de aquí, tras la mesa del profesor. Así si alguien viene y mira por la ventana de la puerta podrás esconderte —recordó Abel.

—Sí, sí. Déjame entrar ya.

—Ten cuidado, aunque no puedan moverse aún pueden morder. Solo tengo dos condones así que no vas a tener otra oportunidad. Aprovéchala.

Abel los había encontrado mientras rebuscaba por las aulas, su tesoro no solo consistía en paquetes de tabaco.

La idea se le había ocurrido a él y tenía más ganas que nadie de entrar con Ainhoa, pero era más prudente que entrase Borja primero. Quería comprobar si podía salir con vida de la experiencia. Además, necesitaba tener apoyos dentro para sobrevivir y esa era una buena forma de conseguir el de Borja, no podía darle a Lorena como le había pedido, pero no estaba en posición de elegir.

—Y otra cosa, tú vas a por Ester, Ainhoa es mía.

—Que sí Abel, ya lo hemos hablado. Por favor déjame entrar ya.

—Está bien, entra.

Abrió la puerta y Borja saltó, con la poca gracia que le permitieron sus piernas sobrealimentadas, a las dos chicas que se agolpaban en la entrada del aula. Abel cerró rápidamente antes de que pudiesen sacar alguna extremidad al pasillo.

No quiso ver.

Un ruido de corrimientos de sillas y pupitres.

Mierda Borja, pensó, quedamos en que lo harías en silencio.

Por suerte no volvió a oír ningún ruido más que pudiese alertar a los demás.

Desde lo de Jennifer y lo de Víctor nadie se atrevería a bajar a aquella planta, y menos de noche, pero la gente cambiaba rápidamente de opinión.

Todo aquello se le ocurrió después de salir con Álvaro y la droga.

El partirles a Ainhoa y a Ester brazos y piernas, redujo su movilidad impidiendo que pudieran siquiera levantarse a tocar el pomo. Eso fue un alivio ya que Abel rompió la cerradura al forzarla.

Nadie lo sabía, claro. Acabarían con ellas de un golpe en la cabeza si se supiese que la puerta del aula 13 no podía cerrarse y que podrían salir solo con darle un empujón lo suficientemente fuerte. No quería eso. Además estaba el tema de que investigarían quien había roto la cerradura. Mal asunto.

Pero el que Ainhoa y Ester no pudiesen hacer otra cosa más que arrastrarse implicaba otras cosas.

Dos colegialas mudas e indefensas —una de las cuales llevaba la falda por las rodillas— encerradas en un cuarto al que todo el mundo rehuía.

Solo le quedaba un tema en el aire. Si entraba y alguien se acercaba por las inmediaciones, no podría saberlo. No podría ver ni oír a quien estuviese fuera y no sabría cuándo salir sin ser descubierto.



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