Castillos en el aire by Christina Dodd

Castillos en el aire by Christina Dodd

autor:Christina Dodd
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2011-09-07T22:00:00+00:00


CAPÍTULO 12

Que no me toque», rezó Juliana. «Que no se me acerque.» Se concentró en su invocación dejándose llevar por el canto de los aldeanos borrachos. Peligrosamente cerca, el objeto de sus súplicas estaba sentado en su gran caballo negro. Su capa ondeaba dejando ver la túnica y la sobrevesta color crema que había usado como traje de bodas.

Tardaría en olvidar la mirada triunfal de Raymond al ver el traje encima de la cama. Se la había quedado mirando mientras ella le decía que era un regalo, un conjunto de ropa como los que les daba a sus criados.

Él no la había creído. Había acariciado el apretado tejido de la túnica, examinando el delicado bordado de las hojas, y había aceptado la rendición de Juliana, si bien ella no la verbalizó.

Ahora su pelo moreno estaba ondulado, emitía destellos bajo la luz de la luna. Parecía el espíritu del invierno observando atentamente las fiestas nocturnas. Observando, también, a su mujer con una mirada que dejaba muy claras sus intenciones.

«Por favor, que no me toque.»

—Mi señora, ¿regaréis con sidra al espíritu del manzano? En vuestra condición de recién casada, que hagáis vos los honores nos dará más suerte. Tal vez el año próximo las manzanas sean tan dulces como lo sois vos. —Tosti se ruborizó ante su propio atrevimiento.

—¡Vaya, vaya! A nuestra dama le ha salido un admirador —chilló Geoffroi, tambaleándose encima de su caballo. Sus carcajadas fueron salvajes, e Isabel dejó escapar una risa aguda y gangosa propia de la mujer que ha bebido demasiado. El maestro de obras sonreía con necedad, superado por el abundante vino. Tosti miraba ceñudo, ofendido por la burla, pero incapaz de tomar represalias. Reacio a marcharse de la fiesta hasta haberla apurado al máximo, el noble pueblo había insistido en acompañarlos hasta el huerto. Cabalgaron bajo la luna llena, bebiendo de la jarra de cerveza especiada hasta que se aguantaron sobre las sillas de montar más por la amabilidad de sus corceles que por su propia pericia.

Ignorando el remolino de aire gélido que agitaba las ramas, Juliana sonrió con amabilidad a Tosti y se dijo: «Muy bien, Tosti, ponte entre los dos. Intercepta su mirada».

—Por supuesto —le dijo en voz alta—, una de mis obligaciones más dulces es bendecir los árboles el día de Reyes.

Dispuesta a apearse de su mansa yegua, se encogió cuando el padre de Tosti dijo:

—Su señoría, como recién casado, también echará sidra.

Tosti resopló.

—No pueden echar sidra los dos, papá; sólo tenemos una copa ceremonial.

—La echarán los dos —insistió Salisbury con la boca fruncida—. Que le deseen wes-hál al espíritu del manzano y luego nos largamos a casa a bebemos la noche.

Raymond acercó su caballo al de Juliana.

—¿Wes-hál?

Tosti le explicó la tradición inglesa al nuevo señor.

—Wes-hál significa buena salud. La cerveza que hacemos es una mezcla de sidra y especias batidas con manzana. —Se relamió y guiñó un ojo—. Con eso brindamos por los manzanos y les damos las gracias por su generosidad. Eso hace que el espíritu del árbol quiera darnos más el año que viene.



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