Barras y estrellas by William Boyd

Barras y estrellas by William Boyd

autor:William Boyd [Boyd, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1983-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Al desnudarse, Henderson se notó terriblemente cansado. Se metió en la cama con gran dificultad y dejó caer la cabeza sobre la fría almohada, exhalando un suspiro de alivio. Pero, unos minutos después, encontró la almohada demasiado caliente y se volvió del otro lado. Sentía un enorme calor en las orejas. Se puso boca arriba y respiró rítmicamente al tiempo que trataba de conseguir una relajación controlada. Una hora y media después, aún seguía despierto y pudo oír el ruido que hizo el coche de Cardew al arrancar.

Por lo menos —y por fin— había visto los cuadros, se consoló. Se tiró un pedo tan fuerte que él mismo se asombró. ¿A qué sería debido: a los perros de maíz, al excusado verde o a la ensalada de nabos? ¿O era achacable sola y exclusivamente al Cabrón de Henry?… Era preciso comunicar cuanto antes a Beeby las buenas noticias con respecto a los cuadros. No creía que Gage planteara ningún problema a última hora, se habían caído mutuamente bastante bien, y el viejo parecía tener prisa por vender los cuadros. Reflexionó un momento acerca de lo que le había dicho Beckman en el sentido de que Freeborn ya los había vendido. Estaba tan claro que eran bienes personales de Gage que no le cabía en la cabeza el que Freeborn pudiera atribuirse la propiedad de los mismos.

Pero ¿por qué los quería vender Gage? Era esta una pregunta que él no solía formular a sus clientes: no era de la incumbencia de la empresa subastadora. Sin embargo, con frecuencia se aducían libremente algunas razones al respecto: riesgo de robo, derechos de sucesión, una mudanza; pero casi nunca se confesaba la más usual de todas: la pobreza. Henderson creyó tener sobrados motivos para sospechar que era esa la razón de la presente venta. Gage se había quedado simplemente sin blanca. Nadie negaba que hubiera sido muy rico en otro tiempo, pero el estado general de la casa era una prueba inequívoca de su urgente necesidad de dinero.

Luego se puso a pensar en cómo se pondría en contacto con Beeby al día siguiente. Freeborn había dicho que se ausentaría unos días; así que no sería difícil entenderse con Shanda para utilizar el teléfono. No le hacía mucha gracia pegarse una caminata hasta Luxora Beach cada vez que tuviera que telefonear… Y ese cretino de Duane, ¿cuándo se dignaría a ponerle la rueda? Estaba gastándose un dineral en ese cacharro precisamente para asegurarse una perfecta movilidad en estos momentos tan decisivos; y, sin embargo, ahí estaba aparcado fuera, con tres ruedas solamente y cada vez con más polvo encima.

Al pensar en que tenía que llamar a Beeby se acordó también de que el teléfono de Freeborn había estado sonando unas horas antes sin que nadie lo cogiera. Estaba seguro de que la llamada había sido para él. Pero ¿de quién, en concreto? ¿De Beeby? ¿De Melissa preguntando por Bryant? ¿O tal vez de Irene? El suave estímulo sexual que le había producido el cuadrito erótico de Gage le hizo desear con pasión la presencia de Irene.



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