Bajo la dura luz by Daniel Woodrell

Bajo la dura luz by Daniel Woodrell

autor:Daniel Woodrell [Woodrell, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1986-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 10

Lester Moeller, un ladrón de poca monta y menos ambiciones, con vista para las posibilidades de actuar ilegalmente, pero con un estilo tan poco convincente de llevar a cabo robos menores que, aparentemente, solo sacaba lo suficiente para quedarse igual que estaba, negó con la cabeza desgreñada y levantó los brazos haciendo un gesto grandilocuente de inocencia.

—En serio —dijo en un tono de voz afeminado, mirando primero a Shade y luego a How Blanchette—. A ver, si es que apenas he salido de casa, no hablemos ya de Pan Fry.

—Claro. ¿Por qué iba alguien a querer salir de este palacio? —preguntó Blanchette, llamando la atención con un gesto de la mano sobre los envoltorios de hamburguesas tirados por el suelo, la mesa temblorosa clavada a la pared y las ventanas pegadas a los marcos con cinta adhesiva gris.

—Vale —dijo Lester asintiendo con la cabeza—. Tengo que salir para mear, eso sí. Yo no soy de los que mean en el lavabo. Y para cagar. La cisterna del váter no funciona.

—¿Y si te agencias una que funcione? —le sugirió Shade—. La próxima vez que salgas, digo.

Lester negó con la cabeza. Era joven, pero se conocía lo suficiente.

—No soy ningún experto. Eso no es como robar en una tienda, ¿sabes? Tienes que entender un poco. Sé desenchufar una toma de corriente, pero no sé una mierda de fontanería.

—Qué pena —dijo Shade.

—Además, ¿cómo haces para disimular un váter robado por la calle? Esas cosas hay que pensarlas antes, ¿sabes?

Años atrás, cuando Shade aún se ganaba la vida zurrándoles la badana a otros tipos, había salido del gimnasio de Brouilliard al callejón de tierra donde tenía aparcado su Nova y se había encontrado a un joven Lester intentando liberar de su cautiverio el contenido de la guantera. Shade, que nunca había disfrutado dándoles una paliza a los que claramente eran menos que él, se abstuvo de pegarle a Lester. Rodeó con el codo el frágil cuello de pájaro del chico de dieciocho años y utilizó la mano que le quedaba libre para desabrocharle los pantalones. Lo tiró al suelo y se los quitó. Mientras el ladrón novato corría a plena luz del día para esconderse detrás de una boca de incendios cercana, Shade le dijo: «Puedes pasar a buscarlos por la sección de novelas de misterio de la biblioteca». Cuando se alejó al volante de su coche, Lester seguía arrodillado detrás de la boca de incendios en una postura de lo más adecuada.

—Como ladrón tienes muchos defectos, Lester.

—Bueno —contestó Lester encogiendo los hombros, finos y suaves—. No puede decirse que se me dé demasiado bien nada.

Blanchette se echó a reír.

—Tus antecedentes penales lo corroboran.

—Al menos lo intento —dijo Lester, resentido—. Podría estar cobrando alguna prestación social.

Shade se levantó y se desabrochó otro botón de la camisa. La ropa se le pegaba al cuerpo como si fuera pintura fresca, y el sudor se le acumulaba en la frente. Miró a Blanchette, que sorprendentemente seguía llevando su gabardina adelgazante. Se preguntó si la vanidad podría más que el calor.



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