Bailar con un duque puede ser peligroso by Nuria Rivera

Bailar con un duque puede ser peligroso by Nuria Rivera

autor:Nuria Rivera [Rivera, Nuria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-28T00:00:00+00:00


Capítulo 11

Tumbada en el diván de su alcoba, Kate no podía creer que hubiera accedido a lo que el duque le había sugerido. Quería tenerla en sus brazos aquella misma noche.

Mientras Emily interpretaba al piano una dulce canción de cuna que había compuesto para James, su primogénito de pocos meses, Irvin, sentado a su lado, le había susurrado su plan; solo escuchar su demanda le encendió la piel: «Deja tu ventana abierta».

Todavía sentía las ascuas de las brasas que él había encendido en ella con sus besos y caricias en el carruaje y Kate, seducida por su voz, había asentido sin ser muy dueña de sus emociones. El duque de Ravenclife le hacía perder el sentido.

Aunque por la hora que era, pensó que ya no la visitaría aquella noche, pero se equivocó. Escuchó que alguien susurraba su nombre y, de pronto, lo vio frente a ella. Se levantó de un salto y él la abrazó, como si hiciera días y meses que no se veían.

—¿Cómo…?

—He subido a tu balcón como si fuera Romeo y tú mi Julieta —susurró Irvin en su oído como explicación a su presencia en su alcoba.

—Eres un loco —murmuró ella apretándose a él, rodeó su cuello con ambos brazos y le ofreció los labios en señal de rendición.

—Tú me tienes loco.

Con ansia, el duque la besó atrayéndola a él. Vestía una ligera bata sobre el camisón y pudo notar como se excitaba. Ella también lo hizo, perdió el control de su cuerpo y, en un segundo, sintió fuego en sus venas. Irvin le retiró el cabello que le caía en cascada por los pechos y besó su cuello; se sintió tan extasiada al notar sus labios en aquella zona que, cuando se dio cuenta, ya le había abierto la sedosa prenda y la había dejado caer al suelo. Kate no quiso esperar y también le quitó la chaqueta, que quedó desparramada junto a su bata.

—Dios, qué hermosa eres.

Notó la urgencia con la que la boca del duque viajaba hacia sus pechos y, con un suave tirón de la seda, los tuvo libres para él, para devorarlos, para catapultarla al cielo; aquella sensación la enloquecía. Las lámparas de gas de la alcoba estaban prendidas y Kate, sin un atisbo de vergüenza, fue testigo de la pasión que él desplegaba. Ella también quería tocarlo, pero estaba tan subyugada por lo que la hacía sentir que tan solo podía suspirar de puro goce. Se agarró a sus hombros, le temblaban las rodillas y temía caerse al suelo.

Al instante, ambos estaban tumbados en la cama envueltos en un abrazo.

—Quiero tenerte y que susurres mi nombre, Kate. Quiero amarte como si fuera tu hombre, y tú, mi mujer.

—Esto es una locura, Irvin, pero deseo todo esto tanto como tú.

—Cuidaré de ti, te lo aseguro, y será una noche perfecta. Mañana… mañana hablaré con tu hermano, no vas a librarte de mí.

—¿Cómo que hablarás con mi hermano? —preguntó ella medio alarmada.

—Cielo, vamos a casarnos, serás mi duquesa porque no pienso alejarme de ti.



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