Aviones sobrevolando un monstruo by Daniel Saldaña París

Aviones sobrevolando un monstruo by Daniel Saldaña París

autor:Daniel Saldaña París [Daniel Saldaña]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788433942715
editor: Editorial Anagrama
publicado: 2021-03-17T16:00:00+00:00


La ciudad, en esa época, me empezó a mostrar su flanco más hostil. Era invierno otra vez, como casi siempre. Sé que viví veranos en Montreal –tres veranos, para ser precisos–, pero lo único que logro recordar son las tardes grises de la primavera, la luz histérica del otoño y el larguísimo loop del invierno.

Me aficioné a caminar por las zonas industriales, de grandes fábricas y almacenes abandonados, después de la medianoche. Casi sin darme cuenta, fui sustituyendo los rituales de Narcóticos Anónimos por las caminatas –las caminatas rituales–. A veces tomaba un autobús cualquiera en dirección a los suburbios y me bajaba en una parada indistinta, para caminar bajo los grandes puentes que unen entre sí las muchas islas del SaintLaurent. Mis dolores articulares regresaban a veces, pero caminar me hacía bien, y también la sobriedad. Desde que dejé la morfina, los síntomas de mi artritis no diagnosticada habían ido disminuyendo.

En esas mismas fechas empecé a interesarme por algunos personajes míticos de la vida cultural de Montreal. En un afán por darle más color local a mi francés, escolar e inseguro, me puse a leer las novelas de Réjean Ducharme.

Ídolo marginal de la literatura quebequense, Ducharme publicó al menos dos obras maestras (L’avalée des avalés, L’hiver de force) en Gallimard, en los años sesenta. Desde la aparición de su primera novela se negó a responder entrevistas, a someterse a sesiones fotográficas, a hacer giras o lecturas públicas. A lo largo de las décadas siguientes publicó algunos libros más, cada vez menos leídos, menos celebrados, y se fue difuminando en el anonimato y la reclusión hasta aquellos días helados del invierno de 2016. Una de las tres o cuatro fotos suyas que se conocen, y la única en color, es de 1990: un hombre vestido en tonos pardos, la línea del cabello ha comenzado a retirarse, las manos en los bolsillos, un camino de nieve, el blanco por todas partes, y dos perros.

Para cuando empecé a leerlo Ducharme había alcanzado, oficialmente, el estatus de leyenda urbana. Su literatura me gustó, aunque un poco menos que el misterio que rodeaba al autor. Se sabía que Ducharme vivía en una casa del barrio conocido como la Pequeña Borgoña, y que llevaba varios años dedicado a hacer esculturas en su jardín con la basura que recolectaba por las calles –firmaba tales piezas con el seudónimo de Roch Plante: un nombre que casi significa «piedraplanta», como si el escritor se hubiera camuflado hasta fundirse con el paisaje–. Tras casi dos décadas sin publicar, y con sus libros más célebres perdidos ya en las brumas del lejano siglo XX, Ducharme había conquistado, por fin, la invisibilidad absoluta.

Durante mis largas caminatas por las zonas baldías de la ciudad, se me metió en la cabeza la idea de encontrar a Réjean Ducharme, de confirmar su existencia en este mundo, más acá de la leyenda.

Una de las particularidades urbanísticas más encantadoras de Montreal son sus callejones. Cada manzana de casas o de edificios de departamentos tiene una calle o avenida al frente y una pequeña callejuela detrás, conocida como ruelle.



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