Aventura by Jack London

Aventura by Jack London

autor:Jack London [London, Jack]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1911-01-01T05:00:00+00:00


15. Reflexionando sobre la educación

Según fueron pasando los días, pareció como si Tudor se estuviese encariñando con la hospitalidad de Beranda. Todo estaba preparado para su marcha, pero él la retrasaba, entretenido con Joan, y aumentando la molestia que su presencia le producía a Sheldon. Se iba a nadar con la joven con la excusa de vencerla en resistencia; o se iban a pescar con dinamita, buceando en los lugares donde había más tiburones, para disputarles la presa aturdida por la explosión, hasta conseguir el aplauso de los tahitianos. Arahu le provocó para que le quitase un pez de la boca a aquellos carnívoros marinos, dejándole la mitad en la boca y mostrando la otra mitad en la superficie, y Tudor realizó la proeza con apenas una raspadura de varias pulgadas en la espalda debido al roce con la piel de lija del feroz animal. Joan estaba entusiasmada, y Sheldon se estaba dando cuenta de que aquel individuo era la encarnación del héroe de todas las novelas que la muchacha había leído en su infancia. Creía que ella no amaba aún, pero si algún día lo hiciera, seguramente amaría a aquel tipo de individuos… «exhibicionistas».

Él mismo se sentía un poco insignificante al lado de Tudor, que tenía la costumbre de alardear de todas sus habilidades. Sheldon era consciente de su propio valor, pero nunca le había gustado vanagloriarse de ello. Sabía que era capaz de sumergirse en el mar en medio de una nube de tiburones para salvarle la vida a alguien, pero le parecía un acto de exacerbada vanidad arriesgar la vida con el único fin de quitarle a una fiera del mar la mitad de su comida. La diferencia entre ambos hombres, en realidad, estribaba en que Sheldon había echado las cortinas de su propio escaparate. Dentro de sí mismo la vida se agitaba enérgicamente, pero no estaba dispuesto a demostrarlo únicamente para asombrar al mundo con las proezas que él era capaz de realizar. El efecto que lograba el otro con sus extraordinarias exhibiciones le llevó a encerrarse todavía más en el carácter frío y estoico de su pueblo.

—Lleva varios días que parece usted idiota —se quejó finalmente Joan—. Cualquiera pensaría que está enfermo o algo parecido. Parece que el trabajo en la plantación le importa tanto como las palmeras. ¿Qué le ocurre?

Sheldon sonrió, pero se sumió todavía más profundamente en su ensimismamiento, escuchando a Joan y a Tudor, que ensalzaban toda clase de fuerza física utilizada por los blancos durante siglos para dominar a las razas inferiores, y se le ocurrió pensar que eso era exactamente lo que él hacía. Mientras ellos filosofaban sobre estas teorías, él las vivía en la práctica, haciendo descansar la energía de su mano sobre la raza inferior de braceros de Beranda o de los indígenas hostiles que en ocasiones le amenazaban. «¿De qué sirve tanto hablar? —se preguntaba—. Lo único que importa es demostrarlo todo con hechos».

Y cuando se atrevió a decir algo, seca y fríamente, se encontró a Joan



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