Atlantis by David Gibbins

Atlantis by David Gibbins

autor:David Gibbins [Gibbins, David]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Aventuras, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 18

Cuando Jack alineó el disco con la puerta, el cristal pareció empujado hacia él, como si alguna fuerza primitiva estuviese atrayendo dos mitades de un todo que habían sido mantenidas separadas durante demasiado tiempo. Y, efectivamente, el disco coincidió de manera exacta con el cristal y se deslizó con suavidad hacia adentro, hasta que estuvo al nivel de la puerta.

—¡Bingo! —dijo sin contener la emoción.

Colocó la palma de la mano sobre el metal y se impulsó con sus aletas para ejercer presión. El disco se hundió de repente hacia adentro y giró velozmente en el sentido de las agujas del reloj, haciendo que el agua se moviese en espiral, como la estela que deja la hélice de una embarcación. Cuando dejó de girar se oyó un ruido débil y agudo, el disco se separó y las puertas se entreabrieron.

Jack apenas encontró resistencia cuando empujó las puertas hasta abrirlas por completo. Su visión se oscureció momentáneamente por el resplandor de la turbulencia donde el agua helada del interior se mezclaba con el agua de mar que los rodeaba. Jack respiró profundamente para ocultar un espasmo de dolor, una sensación lacerante en el lugar donde la rasgadura en su traje de supervivencia había dejado expuesto su pecho al agua gélida. Costas y Katya se percataron de su sufrimiento, pero sabían que Jack rechazaría cualquier muestra de compasión.

Costas se había acercado flotando hasta el umbral de la puerta y ahora estaba examinando el mecanismo que había quedado a la vista.

—Fascinante —murmuró—. La puerta se mantenía cerrada gracias a una viga de granito a modo de travesaño. La superficie superior se talló creando formas dentadas. El cristal estaba incrustado en un cilindro de piedra con dientes coincidentes. Cuando Jack presionó el disco, los dos dientes encajaron uno en el otro.

Costas retiró el disco del cristal y se lo pasó a Jack para que lo guardase.

—¿Cómo ha logrado que gire solo? —preguntó Katya.

—Los extremos de la viga deben de estar lastrados con pesos, probablemente dentro de cavidades adyacentes a los quicios. Cuando los dientes quedaron ensamblados, los pesos separaron ambas piezas, haciendo girar el cilindro.

—Seguramente, a otros espectadores les parecería que ese movimiento automático era un milagro, la obra de los dioses —dijo Jack—. Una pieza de ingeniería impresionante.

—Simplicidad de propósito, economía de diseño, durabilidad de los materiales. —Costas les sonrió a través del visor—. Habría obtenido el primer premio en el Instituto de Tecnología de Massachusetts.

Los tres aumentaron al máximo la luminosidad de sus lámparas. El agua que se extendía delante de ellos era absolutamente cristalina, libre de sustancias contaminantes.

La luz se reflejó en las paredes rocosas cuando los rayos viajaron de un lado a otro. Estaban contemplando una cámara rectangular. Inmediatamente frente a ellos había un enorme pedestal excavado en la roca viva.

—¡Es un altar! —exclamó Jack—. Se pueden ver los canales por donde corría la sangre hacia la escalera.

—¿Sacrificios humanos? —preguntó Costas.

—Tiene una larga historia entre los pueblos semíticos de Oriente Próximo —contestó Katya—. Piensa en Abraham e Isaac, en el Antiguo Testamento.



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