¿Suave como la seda? by Noelia Amarillo

¿Suave como la seda? by Noelia Amarillo

autor:Noelia Amarillo [Amarillo, Noelia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T00:00:00+00:00


23

¿Le importa si me acuesto un ratito con usted?

Somos amigos, eso es todo.

Porque somos amigos, ¿no?

Desayuno con diamantes

«No ha salido exactamente como tenía previsto», pensó Darío. Estaba tumbado en el suelo del tatami, con Ariel sentada alegremente sobre su espalda mientras le retorcía un brazo en un kata improvisado y lleno de trampas. Podría quitársela de encima sin mucho problema, al fin y al cabo su masa muscular sobrepasaba con creces la de la muchacha, pero, si lo hacía, la sirenita continuaría atacándole hasta que él se rindiera o la inmovilizara. Y eso era lo complicado. No pensaba rendirse, su orgullo se lo impedía, pero tampoco podía inmovilizarla, porque, para eso, debía usar su cuerpo, pegarlo al de ella, y entonces ella notaría su tremenda erección, se pondría alerta, y saldría corriendo como una gacela asustada tal y como venía haciendo cada vez que él intentaba ir más allá de un beso.

No.

Nada había salido como pensaba.

Estaba más frustrado que nunca, le ardían los testículos con un dolor seco que no era capaz de obviar, y tenía la polla tan dura que podría hacer taladros con ella en una pared de hormigón. Llevaba una hora haciendo katas con Ariel o, más bien, él hacía katas y ella hacía trampas. Debía reconocer que al principio se había divertido de lo lindo, pero entonces el roce de piel con piel comenzó a ser más frecuente. Ella intentaba inmovilizarle una y otra vez sentándose sobre él. Sobre su estómago. Sobre su ingle. Sobre sus muslos… Había dejado de ser divertido para tornarse erótico. Y ya no podía soportarlo más. Estaba a punto de tumbarla de espaldas en el tatami, ponerse sobre ella y besarla hasta que perdiera el sentido, costara lo que costara. Se giró bruscamente, con la intención de derribarla y hacer exactamente lo que estaba pensando, cuando ella se puso en pie, profirió un sonoro «¡mierda!» y salió disparada hacia la salida, parándose antes un segundo, para ponerse las deportivas, recoger su abrigo, la mochila y el maletín.

—¡Miércoles! —exclamó Darío a nadie en particular—. ¿Qué narices he hecho para que salga corriendo?

—Ni idea. La verdad es que lo estabas llevando muy bien —comentó Elías a su espalda—, yo en tu lugar ya hubiera tumbado a Sandra en el tatami y le habría enseñado un par de movimientos —explicó arqueando un par de veces las cejas—. Lo mismo se ha sentido decepcionada por tu templanza y por eso se ha largado.

—No digas tonterías, Elías. Ariel ha mirado el reloj, ni más ni menos —replicó Sandra.

Darío no se molestó en poner a su amigo en su sitio, de hecho ni siquiera alcanzó a oír el comentario de Sandra. En el momento en que Ariel abría la puerta del gimnasio él ya estaba corriendo hacia los vestuarios para recoger sus cosas. Cuando ella bajó como un rayo las escaleras, él estaba saltando la barandilla y acortando distancias.

—¡Espera! —gritó corriendo tras ella—. ¿A qué viene tanta prisa?

—Son las doce menos cuarto —le indicó Ariel sin mirar atrás—.



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