Asesinos sin rostro by Henning Makell

Asesinos sin rostro by Henning Makell

autor:Henning Makell
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policiaca
publicado: 2005-02-01T05:00:00+00:00


9

Kurt Wallander no se sentía precisamente un policía feliz cuando entró por las puertas del Hotel Svea en Simrishamn sobre las siete de la mañana del viernes. Caía una densa aguanieve en Escania y la humedad se le había metido dentro de los zapatos al salir del coche e ir hacia el hotel. Además, le dolía la cabeza.

Pidió unas aspirinas a la camarera. Ésta volvió con un vaso de agua en el que había un polvo blanco efervescente.

Al beber el agua notó que le temblaba la mano.

Pensó que era tanto de angustia como de alivio.

Cuando unas horas antes Norén le ordenó salir del coche en el camino que iba de Svaneholm a Slimminge, pensó que todo había acabado. Ya no sería policía. El hecho de conducir en estado de embriaguez le causaría la suspensión inmediata. Y aunque pudiera volver al servicio activo alguna vez, después de haber purgado la condena en la cárcel, nunca podría mirar a sus antiguos colegas a los ojos.

Se le ocurrió que tal vez podría llegar a ser responsable de seguridad en una empresa. O pasar el control de selección de una empresa de vigilancia poco escrupulosa. Pero su carrera de veinte años como policía habría acabado. Y él era policía. Nunca había pensado en sobornar a Peters y a Norén. Sabía que era imposible. Lo que podría hacer era implorar su comprensión. Invocar el espíritu de cuerpo, la camaradería, la amistad que en realidad no existía.

Pero no le hizo falta.

—Ve con Peters y yo llevaré tu coche a casa —dijo Norén.

Kurt Wallander recordaba el alivio, pero también el inconfundible tono de desprecio en la voz de Norén.

Sin mediar palabra se sentó en el asiento trasero del coche de policía. Durante el trayecto hasta la calle Mariagatan de Ystad, Peters mantuvo una actitud de silenciosa reserva.

Norén llegó un momento más tarde, aparcó el coche y le dio las llaves.

—¿Te ha visto alguien? —preguntó.

—Nadie más que vosotros.

—Has tenido una suerte de mil demonios.

Peters asintió con la cabeza. Entonces Kurt Wallander comprendió que nada se sabría. Norén y Peters cometían una falta grave al protegerle. No tenía ni idea del motivo.

—Gracias —dijo.

—Está bien —replicó Norén.

Y se marcharon.

Kurt Wallander subió a su piso y se bebió lo que quedaba de una botella casi vacía de whisky. Luego dormitó unas horas sobre la cama. Sin pensar, sin soñar. A las seis y cuarto se sentó en el coche de nuevo, después de haberse afeitado apresuradamente.

Claro que sabía que aún estaba ebrio. Pero ya no existía el riesgo de encontrarse con Peters y Norén. Ellos habían acabado su turno a las seis.

Intentó concentrarse en lo que le esperaba. Göran Boman acudiría y juntos se pondrían manos a la obra para encontrar el eslabón perdido en la investigación del doble homicidio de Lenarp.

Apartó todos los demás pensamientos. Los retomaría cuando tuviera más fuerzas. Cuando ya no tuviera resaca y pudiera considerarlo todo con distancia.

Estaba solo en el comedor del hotel. Contempló el mar, que se veía gris entre la aguanieve. Un barco



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