Armand el vampiro by Rice Anne

Armand el vampiro by Rice Anne

autor:Rice, Anne [Rice, Anne]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Sobrenatural, Fantasia Oscura, Vampiros
editor: Dronte
publicado: 1997-12-31T23:00:00+00:00


11

El viaje desde Kíev se me antojó un viaje hacia delante en el tiempo, hacia el lugar al que yo pertenecía.

A mi regreso, toda Venecia parecía compartir el resplandor de la cámara revestida de oro en la que yo había creado mi sepultura. Deslumbrado, pasé las noches deambulando por la ciudad, con o sin Marius, aspirando el aire fresco del Adriático y recorriendo las espléndidas mansiones y palacios gubernamentales a los que me había acostumbrado durante los últimos años.

Los oficios religiosos vespertinos me atraían como la miel atrae a las moscas. Absorbí con avidez la música de los coros, los cánticos de los sacerdotes y sobre todo la actitud gozosa y sensual de los fieles como si fuera un bálsamo para las partes de mi ser que el regreso al Monasterio de las Cuevas había dejado en carne viva.

Sin embargo, en mi fuero interno reservaba una tenaz y ardiente llama de respeto por los monjes rusos del Monasterio de las Cuevas. Tras haber vislumbrado unas palabras del santo hermano Isaac, caminé por aquel lugar imbuido de la memoria viviente de sus enseñanzas: el hermano Isaac, profundo creyente en Dios, un eremita, un visionario de espíritus, la víctima del diablo y posteriormente su conquistador en nombre de Jesucristo.

Yo poseía un alma religiosa, de ello no cabía duda alguna, y me habían sido dadas dos modalidades de pensamiento religioso; y ahora, al rendirme a una guerra entre esas dos modalidades, había entablado una batalla conmigo mismo, pues aunque no tenía la menor intención de renunciar a los lujos y las glorias de Venecia, la rutilante belleza de las lecciones de Fra Angélico y los pasmosos y espléndidos logros de sus seguidores, los cuales habían creado una belleza sin par en aras de Cristo, beatifiqué en silencio al perdedor de mi batalla, el bendito Isaac, quien, en mi mente pueril, imaginé que había seguido el auténtico camino del Señor.

Marius estaba al tanto de mi batalla, sabía el influjo que Kíev ejercía sobre mí, y sabía la importancia crucial que esto suponía para mí. Comprendía mejor que nadie que cada ser pelea con sus ángeles y demonios, que cada ser sucumbe a unos valores esenciales, a un tema, por así decir, inseparable del hecho de vivir una existencia como es debido.

Para nosotros, la vida era vampírica, pero era vida en todos los aspectos: una vida sensual, carnal. No me ofrecía el medio de escapar de las compulsiones y obsesiones que había sentido como un joven mortal. Antes bien, esas compulsiones y obsesiones se habían magnificado.

Al cabo de un mes de mi regreso, comprendí que había sentado el tono de mi actitud hacia el mundo que me rodeaba. Me deleitaría con la lujuriante belleza de la pintura, la música y la arquitectura italianas, sí, pero lo haría con el fervor de un santo ruso. Transformaría todas las experiencias sensuales en bondad y pureza. Aprendería, aumentaría mis conocimientos, intensificaría mi compasión por los mortales que me rodeaban, y no cejaría nunca de presionar a mi alma para que alcanzara lo que yo consideraba bondad.



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